A la vuelta de la canción oscura,
casi sin buscarlo me llaman. Parece alguien a quien conocí en mares lejanos, en
piezas enmohecidas. En cuchillos tiñéndolo todo de rojo. ME cuesta reconocerla.
Esta oscuro, en este solo de chelos carnívoros depredando mi cordura.
“¡Eh vos! Federico, ¿no me reconoces?…so
yo tu Niña…”
Y de verdad digo, que con
dificultad logro hallar algún rasgo familiar. De aquella vivaracha pequeña que
jugaba conmigo. Que reía entre luces estereoscópicas, al cargar los cadáveres de
mi alma.
No, mi visión era muy diferente
ahora. Solo veía una adolescente desgarrada, mal pintada, con moretones en los
antebrazos. Carente de todo brillo. Se me presentaba como una figura chueca, desbastada
de tanto deambular sola y loca. Semidesnuda y escuálida, extrajo de un pequeño
bolso un paquete de cigarrillos.
“Veo que no te acordás. Es comprensible algunas veces
hasta a mi me pasa. Estoy en un templo profanado y viejo, al que alguna vez
llame cuerpo. Encerrada, esclava del maldito tiempo, de las mil constelaciones
de flagelos que padezco al abrir mis ojos. Me he vuelto humana, vulnerable. ¿Queres un pucho?”
¿Por qué siempre mis visiones me
ofrecen un pucho? El humo baila y se entrelaza con esta niña-adolescente. Ella
parece vestirse con algodones de vapor, y bailar para mi como la hacia hace ya mucho
tiempo. Ha perdido la gracia la inocencia de la sangre. De los asesinatos de
vocales, de personajes saqueadores de entrañas. Se ha ido todo eso ya. Y solo
queda como recordatorio a ella, mi partenaire psicótica, violada por tanto
ruido de ciudad.
La verdad me siento incomodo.
Siento una acidez creciente en mi pecho, conforme ella produce volteretas y
movimiento cada vez más sensuales. Me retuerzo del dolor, mis costillas se
clavan en mis pulmones, no me dejan respirar. Me aplastan todos los pecados del
universo, y me dejo caer una vez más ante las visiones del dolor y el caos
final.
Y al mirar de nuevo, una vez
repuesto a medias, otra vez esta ella. Mi pequeña amiga, con sus rizos al
viento, con su sonrisa infinita, y sus manitas llenas de sangre. Es hermoso
verla bailar al son de los violines y de ese coro de ángeles oscuros, verla
batir sus alas de paloma y volar aunque sea un ratito.
“Gracias. Tu dolor e infinita
malevolencia me ha permitido ser libre. Tu oculto dolor me ha dado fuerzas y he
recobrado mi forme etérea. Quizás te hayas olvidado, aunque tu corazón ya no
sea mio, aunque tu alma me fue arrebatada, nunca me iré. Siempre sentirás
maldad, ese oscuro presentimiento de devorar a todos con tus colmillos. Ahogarte
en la lujuria de la sangre y vomitar la mañana. Fui niña, y prostituta. Una cortesana
impune al servicio de tu alma negra”
Y desaparece. Primero ella luego
todo el espacio. Y en un negro absoluto vuelvo a re encontrarme con mi taza de
te, con mis anotaciones diarias. Con mi rutina paga de buen
comportamiento. Y siento la herida lacerante en mi estomago, Como lava
ardiendo, golpeado desde adentro. Y al ver mi sangre derramada sobre el piso sonrió
y digo a un punto perdido.
“Gracias por visitarme”