Algunas veces uno es testigo de simples espectáculos que la vida regala, o se le escapan y no perciben. Demostraciones minúsculas que la vida, por mas monótona que sea, incluso sobria, para o vacía, demuestra que nuestros corazones laten, que nuestra sangre reverbera en nuestra venas. Que el hecho de estar vivo no es un acto meramente sobre intercambiar oxigeno y dióxido de carbono con el aire.
En si fue simple. Un hecho común. Una señorita, de buen porte se sentó enfrente mio, en el subte de la linea A (cabe destacar que estos son los únicos subtes que tiene asientos enfrentados, por lo cual la siguiente observación no hubiera sido posible en otra linea)*.
Me llamo la atención la cara de ella. Aparte de su blancura, de su finos trazos, como sacada de una historia de Manara, irradiaba. Me llamaba, no sabia porque. De repente me fije en sus ojos y note que estaba llorando. Lagrimeaba, quien sabe porque. Es uno de los misterios, para mi indescifrables. ¿por un amor?¿Por un amiga?¿Que le habrá pasado el día de hoy? Comprenda el lector que en ese entonces estaba como todo pasajero mirando la nada en el subte, ya que la monotonía del viaje hace que uno se acostumbre a mirar los túneles imaginándose eternas peleas entre criaturas bestiales y héroes ciegos.
Pero de tanto en tanto la volvía a mirar. Con su pañuelo de papel perdida en algún punto del asiento contrario. Creí ver en ella un recuerdo que ya para ella es doloroso. Creí ver en ella un aura de amargura y hiel que la recorría, la abrazaba y no la soltaba. Hasta me imagine que dentro de si pedía ayuda. Pero la gente del subte es impávida, nadie miro, nadie hizo nada. No hubo nadie que le tendiera una mano, ni siquiera un pañuelo.Cobarde de mi que ahora cuento esto....
Me hundí por un momento en otros pensamiento. La música que escuchaba me sumergía de a ratos en otro espacio en otro tiempo y mejor aun en otras personas.
Cuando noté algo extraordinario. La mujer que otrora lloraba reía. Me pregunte como podría hacerlo, de hecho ella seguía con su temple cabizbajo, pero note que el vidrio devolvía una sonrisa, brillante, aumentada por las pequeñas lagrimas que caían de su mejilla. Creí que ese era su espíritu, o mejor que eso era un deseo. Nunca supe y no creo saberlo hasta que la vuelva a ver, cual de las dos, sera la realidad.
Bajó en Congreso. Por mas que trato no podía mezclarse entre la gente. Ese alito, ese espíritu. Ese deseo a punto de morir (nacer) la convertía en única.
Dicen que la Linea A, por su antigüedad y por su historia, es la linea mas mágica de todo Buenos Aires. Pero a decir verdad su fauna mitológica y sus historias de aparecidos si bien es amplia esta deslucida y olvidada. Hasta algunos diría que es hasta de cotillón. Pero algunas veces, los túneles y los rieles nos regalan algunos pequeños milagros
Situaciones como esta merecen ser contadas. Merecen ser escritas. No porque sean fantásticas, mas bien les parecerá mediocre la situación. Pasa que uno olvida, y eso es terrible. Uno olvida y no quiere olvidar, aunque sabe que no hay otro remedio. Por lo tanto desde aquí, quiero dejar en claro que nunca olvidare a esta señorita del subte A esta tarde cuando se sentó enfrente mio, del otro lado de la ventanilla.
No hay nada mas hermoso, que un goce puro sin justificación.
* N.E.: En la época que fue escrito esto los coches de la linea A eran las originales "Brujas" que fueron utilizadas hasta hace unos años.