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lunes, 9 de febrero de 2015

¿Nunca van a volver?

foto extraida de: http://miclavedesolvega.blogspot.com.ar/2011/10/la-peor-sensacion-del-mundo-es-buscar.html

Nunca van a volver. Las llamo, les canto, rezo e imploro porque alguna decida retornar a mis brazos pero nada. Es difícil que vuelvan después de tanto tiempo. Y es una locura pretender que en una oficina de Libertador Y Ramos Mejía estén ellas, tomando café en una esquina.

Son difíciles de encontrar y una vez que ocurre es más difícil mantenerlas junto a uno. Al menor desencuentro se van tal vez buscando primaveras más verdes y con otro perfume. Y he tenido oportunidad de amigarme con ellas, pero con obstinado aburrimiento las he defraudado.

Tal vez la vida me regalo un tiempo de sabanas de seda y almohadas de pluma, olvidándome de aquellos deseos que sentía aquellas noches de sangre, de furia y gemidos rotos. Esos tiempos quizás ya nunca vuelvan y lo único peor que su ausencia es tratar de que vuelvan. El recuerdo de acciones paganas en una noche húmeda de verano, quizás sea una condena más que merecida. Quizás con eso baste, para atraerlas.  

Porque es mi única esperanza. No quiero recitar prosas alabando a una princesa de un reino muy lejano (que existe y la amo). El calor de los amantes en este caso no funciona, es demasiado perfecto demasiado carmesí. Demasiado puro y dichoso para que ellas, mis musas, se interesen una vez en jugar conmigo.

No. Debo se sarcástico y ruin, ponerme una máscara de hierro desgastada por los siglos y ser despreciable. Quizás incluso deba hablar con algunas faltas de ortografía solo para reírme del idioma mismo. Las seguiré aguardando en este lugar y tal vez su ausencia sea motivo para las más grandes penurias y los más díscolos sueños.  


“Dans la recherche , vous serez accueillis avec une absence”

Un punto intermedio

La hora del té. Albert Lynch (S. XIX. Perú)


Últimamente entro cada vez menos a esta cueva a la que he alguna vez decidí llamar escape.  Fueron las últimas veces en que invite a fantasmas recientes y viejos a que tomaran él te conmigo, las que me llevaron a cerrar la  puerta y ponerle candado. Se convirtió así en una especie de monumento funerario en los que los muertos eran recordados, y homenajeados. Las palabras como flores resplandecían los primeros días y luego se marchitaban con el paso del tiempo.

Nunca creí que me iba a comportar como un deudo de caricatura, mi pésame liviano a alguien que merecía más, solamente para sentirme abrigado con esa falsa promesa de la tarea cumplida. El miedo a la oscuridad, al frió, a lo blanquecino me dispara en cualquier dirección y solo soy un egoísta tratando de huir de un campo santo.

Y resulta curioso que luego convierta este espacio en una especie de cementerio, al que solamente yo visito; una especie de enterrador, sacerdote y visitante. Solo unas palabras al viento y nada más. Un recuerdo vago en los millones de bits que pululan, un grano de arena tirado al mar. Y después...un dulce olvido

Y en horas muertas como esta, que también aquí tienen su tumba pero sin nombre, me he decidió romper los candados. Una metamorfosis espacial, pseudo-emocional, abrir esta cueva nuevamente para que recuerdos, palabras, sensaciones….personas de todas las épocas y momentos de mi vida se mezclen y jueguen aquí.  Tratar de dejar de ser el clavel que se deja en una fría mañana de Junio.


Y aun ahora me es difícil sacar el óxido de la vajilla, el moho de las mesa. Me olvide como zurcir los manteles que las polillas devoraron y todavía me falta por limpiar las ventanas. Es mucho trabajo, de a poco pienso ir haciéndolo. Para que a la hora del té nos juntemos todos, en un punto intermedio del tiempo, entre la cordura y el sueño.