Buscar este blog

viernes, 19 de febrero de 2010

Gravellard Fernandez y la lluvia pedante


El príncipe Gravellard Fernández, vivía en el ducado de la Península de Sarandí, pero su trabajo estaba en el reino cercano de la Ciudad de Buenos Aires. Así como lo escuchan, parece que a los príncipes del siglo XXI no les basta para subsistir su titulo, y tiene que salir a ganarse el pan.

Ese día era un día especial para Gravellard Fernández. Después de mucho tiempos e iba a encontrar con su amada Princesa Dasha, en Cabildo y Juramento para ir al cine a ver una película. Hacía mucho que no veía a Dasha y ya ansiaba poder ver de nuevo sus ojos y acariciar su cuello. Moría por Dasha una y mil veces y ella lo hacía revivir a cada instante con una mirada o con un beso, aunque sea imaginario.

Pero en el trabajo de Gravellard Fernández (el era dibujante de planos), lo alcanzo la fatalidad. Una gran nube negra mandada por el Dios Viracocha, haría que la ciudad se convirtiera en un lago. Así lo predijeron los astrólogos y magos en los diferentes informativos de las distintas radios.

Y como estaba anunciado Viracocha descargo toda su furia sobre la ciudad de Buenos Aires, casi a la hora de que Gravellard Fernández saliera de su trabajo. Temiendo por la salud de Dasha, le encomendó, que por favor regresara a su reino, el oscuro principado de Andreseliin.

A su vez, esta le rogo y le imploró que no fuera a buscarla a sus dominios, ya que estos eran oscuros y peligrosos y se tornaban mortales cuando las aguas descendían sobre estos.
Gravellard Fernández quedo pensativo. No podía contener la impaciencia por ver a su amada, pero sabia a lo que se enfrentaría si decidía ir al reino de Andreseliin. Medito, cerró los ojos y un fugaz centelleo en el cielo y un grito ahogado de las nubes lo decidieron. Se puso su armadura, su morral mágico y salió a la calle. De su trabajo le gritaban loco, mientras le pedían que por favor este el lunes a primera hora.

La travesía de nuestro príncipe se inicio en la esquina de Acoyte y Rivadavia, donde llego no sin dificultad. Viracocha al verlo, enfureció aun mas, y decidió castigar a ese principito mediocre que osaba desafiarlo. Descendió un manto liquido en la ciudad transformando en archipiélagos distantes las esquinas que antes estaban unidas. Un rio mortal corría por lo que antes era una populosa avenida.

Nuestro príncipe tuvo aquí su primer momento de flaqueza. Conocía de antemano que el subte de la línea A estaría parado ya que los túneles oscuros por donde transitan están ligados íntimamente con los ríos subterráneos de la ciudad y por lo tanto deberían ser para ese entonces, venas de agua y lodo, venas sumergidas de una ciudad sumergida.

Esperando en la esquina de Acoyte y Rivadavia, vio a los locos y viejos que corrían desesperados en la búsqueda de un taxi que los llevara a salvo y secos a sus destinos. Pero el vil Dios Viracocha hizo crecer personas de humo en los asientos de los taxis, y de esta forma los taxis parecían todos llenos. Y los taxistas así lo creyeron y no paraban nunca. Y no pararían nunca más.

De pronto, Gravellard, creyó ver en las formaciones de las nubes el rostro de su amada, triste y cabizbaja, lamentando no estar los dos juntos. Esto fue lo que lo decidió a emprender su travesía definitivamente.

Cruzo el nuevo Rio Acoyte con la ayuda de su morral mágico, del cual saco una burbuja de jabón gigante en la cual pudo flotar sin problemas hasta la otra orilla.

Ya en la otra punta, pudo ingresar por la cueva Sur hasta las entrañas de la ciudad de Buenos Aires, donde, milagrosamente un subte de la línea A, trataría de emprender el peligroso viaje por las vías inundadas.

Del viaje en dicho trasporte Gravellard no recuerda nada, sumido en un sueño soporífero producto del esfuerzo. Cree imaginarse lejos en algún punto del reino de Dolores (donde su abuela es emperatriz) correteando con Dasha por las lomas de Salomón, aquellas en las cuales nunca es de día ni de noche; sino que una leve bruma anaranjada lo cubre todo. Los prados allí son particulares ya que incitan al la lujuria al instante, y es por eso que Gravellard tenía pensado llevar a su amor allí.

Despertó justo cuando el subte llegaba a la estación Lima. En este punto tenía que atravesar la Gran Avenida, para hacer combinación con otra línea de subte. La C.

En este punto, creyó necesario informar a la duquesa de Sarandí, su madre, de su situación. Esta, alarmada, insto a su hijo a volver, puesto que los adivinos y metafísicos de la televisión auguraban desastres y calamidades en toda la zona. Se contaban historias sobre gigantes que se comían los postes de luz, y de serpientes marinas que llegaron por los arroyos subterráneos para devorar a las personas que osaban cruzar la calle. La duquesa rogo que su hijo volviera a casa, pero este duro como roca se negó. Su deseo de ver a su amor otra vez era más fuerte y le dijo que prefería la furia de Viracocha, a su malestar interno por no ir a los brazos de su amor.

La madre, comprendiendo a regañadientes, le pidió que extremara sus cuidados, y que le enviara mensajes de texto informándole de su situación.

Volviendo al cruce de la Gran Avenida, este se realiza por una gran vena de la línea de subtes que en esta ocasión estaba completamente inundada. Se podía ver al fondo la gran grieta en las paredes por donde caía el agua. Había cuerpos flotando en el agua, de los valientes que se atrevieron a enfrentar el paso.

Decido, pero con temor, cerró los ojos, y se imaginó en un patio gigante donde una rayuela de dimensiones infinitas se le mostraba a sus pies. Saltando casillero por casillero, hasta llegar a la piedra, dando brincos como de conejo pudo llegar a la otra punta, donde estaba la boca de la Línea C. La imaginación esta vez, le había salvado la vida.

Pero grande fue su desazón al recibir a la noticia de los súcubos que habitan el subte, de que la línea C estaba suspendida. Al parecer los esbirros de Viracocha habían doblado las vías de este subte haciéndolas un moño, lo que impedía el paso de este.

Resignado, tuvo que salir a la superficie, preocupado de que los diablos que describió su madre estén esperándolo a la salida. No tenía armas con que enfrentarlos, así que temeroso asomo la cabeza pro la caverna de salida. Grata fue su sorpresa al observar la calle ausente de dichos demonios, pero eso sí, con un mal todavía mucho mas peligroso. Las mareas humanas.

Viracocha lo había pensado todo. Sabía que no hacía falta mandar a demonios y maldiciones desmesuradas para hacer tambalear la ciudad. Sus habitantes, ante el pánico se encargarían muy bien de hacerla añicos.

Para seguir su travesía, Gravellard tenía que dirigirse hacia el Bajo, una tierra que otrora fuera parte del Rio Infinito, pero que ahora era una suerte de pantano con castillos abandonados alrededor.

Los peligros que sorteó en dicho camino, no tuvieron que ver con el Dios perverso, sino con la pobre gente estúpida, que le impedía acelerar su paso, y muchas veces se vio perdido en ríos de gente, entre olas de manos y cabezas; filas y filas de personas desesperadas en tomar algún colectivo salvador que las saque de la zona de desastre. Pero los más peligrosos eran los transeúntes (especialmente las viejas damas de compañía que pululaban por la zona) que utilizaban a flamencos rosados con sus amplias alas para cubrirse de la lluvia. El peligro radicaba en que estos animales tenían la costumbre de picotear la cara de algún desprevenido, con la consecuente laceración de la misma o la pérdida de un ojo.

Gravellard, varias veces en su camino tuvo que luchas con estos flamencos truhanes, ante el escándalo y el oprobio de sus viejas dueñas. Sin importar los insultos recibidos, y después de mucho trajín, pudo llegar a la zona del Bajo, donde pudo refugiarse en las galerías de aquellos castillos abandonados, ante un nuevo azote del Dios Viracocha. El cielo una vez más Descargaba toda su voracidad liquida, volviendo a restaurar el Bajo a los dominios del Rio Infinito.

En este punto Gravellard dudo. Sabía que en este punto había un colectivo que lo dejaba sano y salvo en sus tierras de Sarandí. Sabía que tenía que cruzar, para llegar al otro punto del viaje la gran laguna que alguna vez fue la avenida Alem. Otra vez, cerró los ojos, respiro hondo y despego un pie del suelo. No hubo magia, solo movimientos mecánicos, como si Gravellard no se encontrara ya en su cuerpo, aunque este siguiera caminando.

Una vez más nuestro personaje pudo salir airoso del peligro. Viracocha, enfurecido, injurio al pequeño príncipe, y acrecentó las toneladas de agua que caían del cielo. Pero ya no importaba nada a Gravellard. Ya no sentía el agua en su piel , ya que el mismo se había convertido en agua. Veía como las gotas que caían se unían a sus manos a su cara, a su pecho. Estaba en una atmósfera fluida, se había fusionado con la marejada que trataba de impedir su avance. De no ser por su misión, Gravellard hubiera estado así para siempre.

Volviendo en sí de semejante experiencia decidió adelantar los tiempos, y rogo a un colectivero de la línea 33 que lo dejara entrar. Este impávido al principio se negó, pero un anciano, sentado en primera fila, convenció al chofer de que permitiera el paso.
Ya dentro del colectivo, Gravellard, tuvo tiempo de ver su estado. No podía encontrar un punto de su cuerpo que estuviera seco. Toda su armadura briosa se había oxidado de buenas a primeras, y como si fuera poco el contenido de su morral mágico se había mojado, por lo cual se tornaba inservible. Salvo su espíritu, el resto estaba destrozado.

Al fin pudo llegar al siguiente punto de su travesía: Retiro; donde salen trenes a todas partes del mundo.

Aquí pensaba tomarse un trasporte hacia el reino de Andreseliin, pero al llegar y ver a la gente parada haciendo colas eternas en las bocas de boletería, comprendió que el servicio estaba parado. Las aguas habían hundido todas las vías y costaba trabajo volverlas a flote.

Gravellard, sin embargo rio de su suerte. Mojado, sucio y cansado, no pudo más que reírse de su situación. Como aquel que pierde toda esperanza, y se concentra en que el espíritu no se rompa. Y se ríe como desquiciado. Pero ya todo es añicos y la risa rebota en un vacio cónico donde el sonido se pierde en un punto.

Rio como loco, incluso llego a llorar. Dasha, lo sabia, aguardaba en la ventana de su catillo resignada su llegada, a pesar de las advertencias.

En el piso, el pequeño príncipe escucho que algunas vías estaban siendo salvadas del agua y que algunos trenes empezarían a salir. Recobrado se puso de pie y se dirigió a los andenes, donde la confusión reinaba entre las miles de caras ysombras que allí habitaban.

Nadie sabía que tren salía, ni a donde se dirigían. Varios tomaban un tren y se perdían para siempre en algún rincón del planeta. Otros aguardaban ( y aguardarán) en vagones que nunca saldrán de su sitio. No había señales, no había guardas. No había camino.

Decidió por lo tanto, tomarse una pausa para pensar que hacer. Ya su madre estaba sobre aviso que estaba en Retiro, y esta le había implorado que no haga locuras. Cerro su celular, y se dirigió a los puestos de comida rápida de la estación. Se pidió un helado. Allí pregunto a la encargada cual de todos los trenes creía ella que se dirigía a Andreseliin. Ella sospechaba que era el tren del andén 6, el más oscuro el mas lleno de muerte acuosa.

Perdido por perdido Gravellard decidió probar su suerte. No podía sentarse ya que muchas almas en pena, en su viaje al más allá, creyeron que este era el tren que los conduciría hasta el purgatorio. Y habían ocupado todos los asientos.

Grata fue la sorpresa de nuestro personaje a ver los carteles conocidos de la ruta a Andresellin. Las almas en pena también se alegraron, ya que el trayecto es el mismo, el purgatorio son dos estaciones antes que la parada de nuestro pricipe.

En medio del viaje, Gravellard llamo a la madre para informarle que estaba a punto de triunfar en su travesía. Esta le recordó que no era Quijote para estar viviendo en otro lado de la realidad y lanzarse a locas y mortíferas andanzas. Y le informo que Viracocha había cortado la luz en el reino de Sarandí. Igual la madre dejo seguir al hijo, que en este punto estaba buscando a alguien que le hiciera de Sancho Panza.

Al llegar a la estación, recordó que le había prometido a Dasha flores, y no las tenía consigo. Por lo tanto se dedico al pillaje de las flores más exóticas que pudo encontrar, tratando de pasar inadvertido de los perros guardianes y de las serpientes que merodeaban entre sus aterciopelados objetivos. Al tener un ramo que los satisfago se dirigió al castillo de Andresillin, donde habitaba su amada.

Dasha lo estaba esperando, sabía que su amor era un loco y un cabeza dura. A mano tenía una toalla y lo invito a pasar. Y luego cenaron. Y luego rieron y luego tantas cosas…

Gravellard quedo satisfecho. Había emprendido una aventura de cientos de miles de kilómetros, para tan solo ver un par de horas a su amada Dasha. Algunos dirán que eso no vale el esfuerzo. Para el solo ver los ojos de su hermosa, valió cada gota de agua, cada rasguño, cada parte húmeda de su piel.

Contento pues, regreso a su reino, esta vez con el cielo despejado, ya que Viracocha, el gran Dios, también tiene que descansar. Los prestidigitadores de los canales de noticias sin embargo, anunciaron que el tirano del cielo volvería a arremeter al otro día.

Pero Gravellard no los escucho. Tomo su armadura oxidada, su morral mojado y se dirigió a la parada del 161, sin creer en cuentos de hadas y pensando que al otro día tenía que levantarse temprano para ir a trabajar.


Nota del Autor: Se que modifique un poco los hechos ,,, pero ¿Si en realidad los hechos ocurrieron así y nadie se dio cuenta?

Ilustracion: "GoldFish in the Rain" de Thiembao

jueves, 11 de febrero de 2010

Mi padre, yo (en un divan 8mm parte II)



Es así. Los días que tengo terapia me movilizan. Anteriormente dije que mis terapias era como ir a una sala de proyección, donde mi vida es una película, y mi psicólogo una especie de edito que me sugería escenas. Y tomo esas sugerencias como algo revelador, y salgo de la sala tramando nuevas situación de forma de que encajen.

La última sesión no fue la excepción. Venia pensando, en cómo encarar la parte de la película (perdón…hecho reales) por el cual mis viejos aparentemente “están noviando”. Cosa que no me molestaría, de no ser por los múltiples vaivenes que tiene esa novela. Que todavía no me animo a divulgar. De cualquier modo exponiendo mis planteos…

Yo: (pensando que música tengo que agregar en la cortina de los títulos) En fin, licenciado, la verdad para decirlo fácil y rápido, no tengo ni la mas puta gana de que vuelvan. No quiero más quilombos como los que viví hace un año. Quiero abrirme, quiero saber donde está parado.
Licenciado R.: (mirando un punto inexistente, poniendo su mejor cara de análisis) ¿Y vos le dijiste todo esto a ellos? ¿Saben que te rompe las pelotas ese vaivén? Es decir, si te preocupa, siéntate un día y conversalo. Expone tus dudas al respecto, y sobre todo, aclara que esta desprolijidad en los sucesos, también te afecta a vos.
Yo: (viendo como el equipo de aire desparrama el ilusorio viento por la habitación). Si tendría que hablarlo con ellos. De mi madre mas o menos se su postura. Mi padre, bueno, me cuesta hablar con el. Tengo miedo. Tengo miedo que nos peleemos feo, de decir cosas que acaben con la relación con el. Si le digo lo que pienso termina mal.
Licenciado R.: (tomando su agua saborizada, acentuando el hecho de ser un profesional moderno). En definitiva acá nunca te escuche hablar de tu papa. En realidad cuando empezó todo esto, vos lo encaraste y le contaste tu verdad y mal que mal, le dijiste lo que pensabas. Ahora las palabras son otras, el tema es otro. Pero igual en cierto punto, tenes que encararlo y hablar con el. Sino indefectiblemente va a terminar por saltarle la térmica.

La sesión termina y yo me dirijo a la facultad, a estudiar para un final. En el camino me imagino esa escena, con sus variantes. Veo un padre lloroso, pidiéndome que lo perdone. Veo un giro brusco del volante, por la ira comprimida después de mucho silencio. Veo las consecuencias. Trato de ordenar el guión y de enfocarme en el estudio.

La reunión de estudio no fue lo que esperaba. Muy corta, y no llegue a ver todos los temas que tenia. En fin al menos pude entender algo y me sentí después de mucho tiempo como un chico estudioso. Mis épocas del secundario resonaban a lo lejos me veía Como era hace siete años cuando egrese y estaba lleno de esperanzas. Y de bríos. Y recuerdo a mi padre diciéndome...”Lo técnico es lo tuyo, vos tenes que jugarte por el arte, ahí sos un genio”. Siempre fui muy obstinado.

Suena el teléfono. Mi viejo. Quedamos en que me pasa a buscar. La cámara se enciende y empieza a girar la escena. Me aparto de la realidad, quiero que el protagonista tome su sitio. Quiero abstraerme de todo y quedarme detrás de escena. Ser impoluto a todo sentimiento.

Noche. Las Heras y Azcuenaga. Padre pasa unos minutos retrasado, per ocon aviso. Me da tiempo a ultimar el discurso que tengo preparado. Se que vo ya terminar improvisando, pero no por eso tengo que ser desprolijo.

Subo al auto, disparo a quemarropa

Yo: ¿qué pasa con mama? Se ven, se pelean… ¿qué onda?
El: (Mirando adelante). Jeje, sabia que en algún momento me ibas a putear por algo de esto. ¡Me estas retando como si fueras mi viejo!

Y por un momento me convierto en un hombre canoso, de barba rala, con ojos azules cansado, mirando a un niño que agarra el volante y me sonríe y después suelta una carcajada graciosa.

Yo: No te estoy cagando a pedos, simplemente quiero saber a donde va todo esto. Vos te fuiste, volvistes, te volviste a ir, volviste a aparecer. Aparte de mama, a mi también me jode, toda esta…desprolijidad. Quizás podrían planificar un poco que hacer.
El: Acá es imposible. Planificar. Uno va haciendo lo que siente, como puede y tratando de no lastimar a nadie. Yo te comprendo, pero lamentablemente…vas a tener que tener(me) paciencia.

Y soy paciente. Soy un hijo que espera que el padre le termine el barrilete, para irlo a remontar al parque. Pero el barrilete no se termina, o el padre nunca puede ir al parque. El barrilete se vuelve apenas un esqueleto de cañas mal atado.

Vuelvo al auto, a la avenida, a las luces fugaces que zig zagean alrededor nuestro. En otra ocasión mi padre hubiera insultado a esas luces. Hoy no es la ocasión. Por la radio Pasan a Caroline Loeb con su tema C'est la ouate (esta en esta pagina).

Paresseuse
Par essence elle est paresseuse
Est-ce vraiment la paresse
Ou trop de quoi ou qu'est-ce...
Apparemment elle est heureuse
C'est la plus heureuse des paresseuses

Y por un momento hay silencio. No hay pelea, apenas si hay un atisbos de recuerdos. Llegando al puente del riachuelo, deja un instante de ver la carretera, me mira como padre y me dice.

El: En definitiva lo que te quiero decir es que uno hace lo que siente y como le sale. Y es un consejo para vos. Vos podes hacer lo que sientas ganas. Ganas de escribir de dibujar. No importa si te retrasas o volves a empezar, si es lo que queres no pierdas tiempo.

De toutes les matières C'est la ouate qu'elle préfère Passive, elle est pensive En négligé de soie C'est la ouate De toutes les matières C'est la ouate qu'elle préfère Passive, elle est pensive En négligé de soie C'est la ouate.

Y soy un hijo que escucha los consejos de su padre, quizás cansado de tanto vivir, de tanto errar por el mundo y equivocarse tanto. Y mas que nada soy un hombre que lucha por salir de su celda, por ser libre, y agarrar miles de pinturas y dibujar otro mundo otra realidad…

El: En definitiva, cuando uno es joven no piensa en esto, piensa mas en otras cosas, y por eso te comprendo. Si pudiera tener 24 años con al experiencia que tengo ahora…Ojala! Pero la realidad es que uno de viejo se achancha, y empieza a ver otras cosas o de otra forma.

Y ahora soy el compañero de mi padre, ese adolescente que me mira con ganas de explroar el mundo y perderse en una isla del norte de Brasil, tal era su sueño. Y veo también mis sueños que latentes todavía, me reclaman, como un mendigo un poco de pan.

Elle déchire les pages de tous les dictionnaires
Elle n'a que quelques mots à son vocabulaire
Amour par terre et somnifères
En d'autres mots elle se laisse faire

Llegamos a casa. Me despide. Se ofrece a escucharme otra vez. Le digo Adios, yo y los otros personajes que iban dentro del auto con nosotros.

Es que cuando tengo estas conversaciones con mi viejo, nunca somos dos. Siempre somos otras gentes, u otros tiempos.

Ilustracion: Disponible en http://es.123rf.com/photo_3173852.html

sábado, 6 de febrero de 2010

En un divan de 8 mm.


Nunca me creí un devoto de psicoanálisis. Crecí con una madre devota de San Freud (valga la paradoja), pero apenas si admito a la práctica como un método científico de exploración de los sentimientos.

Camino hasta el consultorio tratando de acordarme, eso sí, cada pequeño detalle de lo que paso en la semana, o en los días que pasaron de la ultima terapia. Me imagino como rebobinando un película, pasándola hacia atrás y viéndola de nuevo, tratando de encontrar cada detalle en el cual habría discusión. En realidad me gustaría ver a mi psicólogo como una especie de comentador, que va reconstruyendo la obra del director (o sea yo), y le va dando forma.

Y rebobino en mi cabeza y a veces tardo en hacerlo, ya que los detalles se me escapan y como en todo, los detalles es la esencia. Y me imagino nuevas escenas futuras que tendrá este film con el psicólogo viendo la película y comentándola, repetidamente y la vida… o la película se pierde en una toma infinita.

Pero termino a duras penar de dejar el rollo en el principio. Con los títulos a punto de salir.
Sin embargo ocurre que sobre la marcha me generan sorpresivos cambios en la trama y doy diferentes enfoques. Giro la cámara y me sitúo en otro ángulo de la situación. En fin, decido contar una historia que nunca se me habría ocurrido. LA película es sobre grabada encima.

Y el comentarista hace análisis sobre una vida que nunca tuvo lugar, que nunca sucedió. Sobre hechos que fueron inventados, de un paciente que se cree director de cine.

Lo mas notorio es que agarro esos comentarios y los adapto a una vida que, según algunas creencias, esta pasando en realidad. Y uno termina, olvidandose que era lo real y l oque era inventado. El director sin embargo, ha cumplido su objetivo, el de eliminar esa brecha que nos separa de los sueños. Y por un segundo, el paciente se ha sentido, estupidamente como tal.

Todo esto para decir, que mi psicólogo ha vuelto a la ciudad. Para manifestar que la película sigue rodando, y que ya hace rato perdí el hilo conductor. Espero que la película sea entretenida. Y que coman mucho pochoclo. Se apagan las luces, la música empieza…

Ilustracion: "2º Muestra de Cine y Psicoanalisis-España"