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sábado, 20 de noviembre de 2010

El ocaso de los Broncos



Algunas veces tengo la oportunidad de encontrarme objetos peculiares. Que me devuelven una imagen distorsionada de la realidad y me cautivan. No puedo contenerme cuando veo al niño interior apoyar sus manitos sobre un mostrador y pidiéndome algo. No se si será el padre futuro que también llevo dentro.

Veo un yo-yo. Por un minuto redoblo la marcha, tratando de mitigar, callar al chiquilin. Pero es imposible, no puedo con el, ya que es (fui) muy testarudo. Apenas me alejo 20 pasos del kiosko y vuelvo (volvemos).

-¿Cuanto cuesta ese yo-yo?
-14 pesos
-¿¡Ehhh!?¡¿Cuanto?, no disculpe pero es un poco caro.

En ese momento miro al nene. Esta con los ojitos llorosos, casi a punto de iniciar un berrinche. Al final, sale ganando.

Voy por la calle con mi nueva adquisición. Recordando al principio, como era ese arte que ya no recordaba, de hacer el perrito o mas aun, de que no se enrede el piolín. Paso los días subsiguientes haciendo sonreír al niño, temiendo no darme cuenta de mis obligaciones y dejando todo por un juego tan simple.

Pero vaya sorpresa si me di, al darme cuenta que en realidad estaba abriendo nuevos caminos en incluso subsanando otros, con el simple ir y venir de mi juguete.

Así es como estando probando el perrito en mi patio, mi abuela (a gran emperatriz), dejo su letanía de leer paginas infinitas, y mirándome desde su silla me miro con una sonrisa.

-En mis tiempo se llamaba yo-yo. No me voy a olvidar nunca cuando queriendo hacer una prueba que hizo una compañera mía, se me zafó y rompí un vidrio. ¡La Profesora me lo termino sacando!

Y al verla sonreír, con esos dos dientes que le quedan, me figure a una niña morochita con guardapolvo blanco y sosteniendo un yo-yo de madera. Mi madre, en la cocina, se reía por lo bajo, mientras la niña le explicaba los viejos trucos ya perdidos.

Jueves por la mañana. Estación Plaza de Mayo de la linea A de subte. Una mañana como todas, agitada, monocromática y por sobre todo calurosa, en estos días en que llega el verano y se instala sin pedir permiso. En las venas de la estación, un payador antiguo, que no corresponde a la nueva era del celular con cámara e Internet, se dedica a darle un poco de color a esas vías, con su guitarra toda fileteada y su cancionero popular. Siempre lo miro con cariño, quizás porque me recuerda a ese viejo que en la infancia le cumplía todos los caprichos al pibe que era, y hoy esta bobo con el yo-yo. Nunca le hable hasta ese día, que al verme pasar practicando la vuelta al mundo me chisto.

-¡No puedo creer que volvieron!¿Sabes una cosa pibe? antes había un chico en cada esquina con uno. Me acuerdo una vez de chico que me contaron que allá lejos en Francia había hombres que tenían hasta tres en la mano, los tiraban todos juntos, se los ponían en la oreja...mira vos todavía quedan....

Y de vuelta lo vi convertirse en nene, con una guitarra de juguete y con los cachetes regordetes, asombrándose por las maravillas que ese artilugio le traía de tierras lejanas. Cuando esos rumores, eran mas fantásticos que ir a ver a los elefantes al circo. Lo dejo con una sonrisa, quizás prometiendole volver para cantar alguna copla (aunque no sepa cantar).

El dia laboral termina y salgo con calma hacia mi facultad, disfrutando de una tarde un poco calurosa, pero estúpidamente feliz. Un borracho apoyado en un auto me ve pasar y de repente se le aclaran los ojos, y tartamudeando me espeta

-¿Me hacés el perrito por favor?

En otras circunstancias habría puesto una excusa cobarde y los hubiera dejado con la palabra, creyéndome mas justo que el por el simple hecho de esta sobrio. Pero el yo-yo me devuelve la mirada expectante de aquel hombre, que se perdió cuando a su escuela fueron "Los Profesionales del yo-yo" e hicieron miles de trucos, mas complicados que el perrito. Y que por una vez en la vida quería volver a ver rodar ese disco de plástico.

Dándole el gusto, y devolviendome el una sonrisa lo dejo, quizás para pensar mas tranquilo, como ese acercamiento mundial que pregonan los precursores de la nueva era digital, del celular con microondas, se ve menos que opacada por un simple chirimbolo. Tal vez no nos damos cuenta, cuan simple es conformar un niño interno. Lo simple, el enrollar el piolin, y jugar por horas, y ver como por un simple impulso de muñeca, se explica el comienzo del universo.

Ya es tarde y los zorzales negros, me anuncian que son las tres de la mañana. Ahora me voy a dormir. O practique si me sale el columpio.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Io Retornatto


He decido desempolvar el escritorio vacío. Cambiar la tinta de mi pluma, ya seca de tanto tiempo sin usar y cambiar las hojas ya amarillentas. Me propuse volver a mi habitual vicio, el de escribí compulsivamente sin pensar. Y no se porque hice esta metáfora estúpida de las hojas y la tinta, si ya hace rato que no las uso.

Suenan excusas antes los clamores de mis inquilinos, acerca de porque no los alimente con prosa. El tiempo, la fatiga y el cansancio suenan apenas tibias. El hecho es que he abandonado la escritura, y esta se niega ahora a jugar conmigo. Ya no la encuentro en los habituales juegos de plaza, ni en las esquinas nocturnas de mi barrio. Apenas un gato pidiendo por comida, ocupa su lugar. Se ha ofendido parece, y no creo que quiera verme.

Intento sin embargo revivir su espíritu, esbozando algún mamarracho que suene bonito o por lo menos me genere un breve orgasmo. La realidad me devuelve palabras muertas abrazadas por mí, con el único fin de salir de la letanía Me asusta pensar que no volveré a jugar con mis amigas. Ya he dicho que algunas se fueron y otras murieron. En la soledad de del ignorante, el que supo y se olvido, del estúpido, clamo porque vuelvan.

Al principio solo serán palabras y escritos que pude recopilar en una búsqueda aparte. Podría decir que estuve en parajes exóticos y tierras lejanas. Pero no, dicho camino lo hice en la comodidad de mi casa, ya que sabia que las musas no entienden de retiros espirituales.

Por tal fin abro nuevamente este espacio, acondicionado para que las palabras vuelvan a esta casa. Oscura y húmeda, pero al final muy acogedora.

Imagen: Publicada en http://susurrosdecandiles.blogspot.com/2009/05/el-sillon-vacio.html