No chavo, te dije que no tengo ni un mísero peso. Aquí en el campo no conseguirás dinero chavo mejor que te vayas a la ciudad. Pero ven, quédate un tiempo y hazle compañía a esta vieja, quizás te pueda pagar con otra cosa. Comida, puede ser, todavía me quedan algunos acocotes, pero estaba pensando en una historia. Ándale, que no estás tan grande para una buena historia de suspenso. Si, suspenso, ocurrió hace mucho tiempo chavo, cuando todavía era una niña. En un pueblo que ya no existe, más cerca de las ruinas que este todavía, por el camino de vacas. Allí vivía, hace muchos años, y quizás…quizás…
(La vieja se duerme y el niño se le acerca, hundiéndole el dedo en una de sus mejillas. La anciana se despierta sobresaltada, lo que provoca que el chavo se asuste, y caiga en su silla. La mujer no parece inmutarse y continúa su relato como si nada).
Hace mucho años, había un pueblo llamado Nocayebe en alusión a las ruinas noh-kaahyeeb, que significa “ciudad de niebla” en idioma de nuestros antiguos. Estaba cerca de aquí, y se encontraba bien adentro de la selva, solo era posible llegar por un camino de tierra que ahora lo usan los vaqueros para el ganado. Lo cierto es que un día arribaron cuatro forasteros (dos hombres y dos mujeres), de aspecto joven y entusiastas.
(Un leve viento comienza a levantarse y las cortinas de la choza juegan con el viento dejando entrever las colinas verdes de la selva).
Llegaron, dijeron por un desperfecto con el carro, que no podían arreglar y preguntaban por un teléfono. Por supuesto allí no había ninguno, y algunos no sabían lo que era. Mi padre que era un labrador de buen corazón les dio cobijo en nuestro hogar. A decir verdad ningún poblador quería a esos extranjeros, recuerdo que sus miradas eran toscas, con miedo y desconfianza, y respondían sus preguntas con simples monosílabos. Yo, niña todavía no prestaba atención a esos detalles, me la pasaba jugando con las gallinas y trepando a los arboles, como tu chavo lo haces ahora con tus hermanos. Por cierto, mejor que me arregles la rama del Guayabo, sino te voy a dar una tunda.
(El niño asustado, por el brazo levantado de la vieja, promete arreglarlo ni bien termine la historia. Afuera El viento ha crecido, y las nubes empiezan a cubrir las colinas lejanas. Habrá tormenta).
Ya en la noche, los forasteros comieron con nosotros, en el mismo fuego, ya que el lugar era pequeño. Ellos sintieron pronto la curiosidad y empezaron a interrogar a mi padre, que no quería hablar, pero sentía cierta lastima por ellos. Recuerdo que sus rosadas caras, se enrojecían aun más con el fuego, y entre sorbos de Xalapa se dio más o menos el siguiente dialogo entre los jóvenes y mi padre.
-¿Qué les pasa a los lugareños de aquí señor? Salvo usted todos están como nerviosos por nuestra presencia.
-No es por ustedes, sino por la niebla que baja de las montañas, es de mal agüero dicen. Han llegado en muy mal momento, ya solo nombrarla se me hiela la sangre…
-¿Por qué tanto miedo señor? Pregunto una de las chavas que creo se llamaba Vanesa
- Hay niña pues por la niebla. Aquí existe la creencia que ella existe desde tiempos remotos, desde nuestros antiguos. La niebla baja de la montaña y se lleva a cualquier persona, allá arriba. Las personas desdichadas son atraídas por algo y se pierden simplemente en la selva. Nunca se los vuelve a encontrar. Aun hoy, bueno cada tanto sigue sucediendo…
-Puras patrañas- Dijo un muchacho fornido de cabello rubio, al que todos conocían como “Yoni” o algo así.
-De andeveras señor, la niebla es peligrosa, por eso me vi obligado a darles cobijo. Les pido por favor que esta noche la pasen aquí. El fuego esta tibio y allí hay un poco de Mezcal. Pero por favor, no salgan ni que afuera se esté cayendo el mundo.
-No hará falta señor, aquí nos quedaremos. Estamos cansados y la verdad pretendemos llegar a Tulum mañana- Dijo Sabrina la otra mujer del grupo.
-De cualquier modo estaría interesante salir a ver a los espíritus en la niebla ¿No crees Vanesa? Dijo el último del grupo, un muchachote colorado. Creo que era…Mani o Maní no recuerdo. Esos extranjeros con sus nombres…
-Por favor, por Diosito. No salgan. No busquen lo que no saben comprender- Dijo rogando mi padre.
Después de esa advertencia el grupo se fue dividiendo y el fuego acallando. Ya para la medianoche estábamos todos dormidos. Mi familia en un rincón de la choza y los jóvenes todos apiñados en la esquina opuesta. Yo me había quedado asustada con los dichos de mi padre. Jamás había oído de aquella niebla, y nunca la había visto. Pero mi padre no era de bromear, así que debería de ser de andeveras.
(Afuera se ven las primeras gotas de lluvia. Fina casi como una sabana. Las nubes siguen bajando y ya las montañas parecen cubiertas por un manto. Invisible. El niño come entre tanto una Guayaba, escuchando atentamente a la vieja).
Como te decía chavo, era muy de noche y la casa estaba iluminada por apenas las brasas del fuego. Sin embargo, entre la calma y media dormida, oigo la puerta que se abre despacio. Con mucho miedo miro y veo a Vanesa saliendo. ¡No sabes cuánto miedo me dio al ver que afuera estaba La Niebla! Era espesa, era blanca, como un sudario.
¿Y a que no sabes que hice luego?
(El niño que estaba prestando atención despego la mirada de la anciana, y la centra en la ventana, que muestra la lluvia que empieza a caer y a las nubes rodeando el pueblo. Pregunta si la anciana aviso al padre lo que vio).
No no, nada de eso. La seguí. SI, como oyes me levante y en enaguas y descalza Salí al monte a buscarla. No sé porque, supongo que quería seguirla por curiosidad al ver donde se dirigía. El hecho es que al poco andar entre arboles y malezas, ya no podía ver nada, pues por un lado estaba muy oscuro y apenas podía distinguir las plantas, y segundo La Niebla me había alcanzado, me envolvía. En un momento no podía ver mas allá que mis manos entonces me desespere. Estaba perdida y con frio y estaba segura de que de allí no saldría. Más aun fue cuando empecé a ver figuras moviéndose entre la niebla cerca de mí.
(Un trueno suena en la lejanía, matando el monótono sonido del relato. El niño se sobresalta y continúa escuchando)
No podía verla bien, pero rodeándome y moviéndose sigilosamente, aparecian figuras, como personas. Aparecían y desaparecían en la niebla como evitándome, y a la vez acechándome. Allí fue cuando me desespere y empecé a correr sin saber el rumbo, corría por donde me dejara el aire, y no me detenía ni porque Diosito me lo pidiera.
Corriendo llegué a una zona boscosa, iba a saltar una raíz de un árbol muerto y podrido, muy grande, cuando una mano me atrapo. Grite y grite, pero al levantar la vista me encontré con que era Vanesa, la extranjera. Me dijo que ella también se había perdido y que quería volver al pueblo, ya que ella también vio a las personas dentro de La Niebla. Quise preguntarle porque se fue en primer lugar, pero me dijo que no se acordaba que en un instante estaba durmiendo y en otro estaba corriendo por el bosque. En fin, sentí pena por ella, ya que me pareció media mensa.
(En eso una ráfaga de viento entra por la ventana y tira unas cosas de la mesa. El niño ve que la anciana murmura algo al aire, y luego retoma la narración).
Ya siendo dos, estaba un poco más tranquila y juntas tratamos de volver sobre nuestros pasos. Cosa que fue imposible, ya que el lugar parecía cambiar detrás de nosotros. Lo peor, parecía encerrarnos. En un momento, llegamos a un claro y con la poca luz que teníamos disponible, logramos ver algunas ruinas. Casas de piedra que estaban allí desde hacia muchisisismos años, quizás pertenecientes a nuestros ancestros que habitaban alli. Vanesa sugirió pasar la noche en una de ellas, ya que era imposible seguir así. En la mañana seguramente volveríamos fácilmente.
No pude dormir muy la verdad. Tenía pesadillas sobre personas que me aparecían entre humos, algunas muy viejas algunas muy jóvenes. Todas sin ojos, con sus cuencas vacías. Al último estaba Vanesa, mirándome fijamente. Antes no lo había notado, pero ahora ella se me aparecía, también sin ojos en sus cuencas. Sin tiempo a gritar, sonrió, y me dijo “Despierta, ya es de día, pasó el peligro”.
Tardaron más de dos horas en llegar hasta donde estaba yo. Al llegar me preguntaron donde había estado, y yo les dije que con la chica, en unas ruinas pasando la noche. Me miraron sin creerme, ya que el cuerpo de Vanesa parecía haber estado toda la noche en el fango del barranco.
(Ya de noche, la borrasca hace que se apaguen todas las luces de la casa. El niño, con el desenlace de la historia y lo que ocurre allí afuera esta mas que un poco inquieto).
Te diré chavo, que a partir de ahí, siempre se me presenta de vez en cuando. Los extranjeros se fueron destrozados, pero ella quedó. En estas noches, más cuando baja La Niebla suele visitarme. Esta aquí desde hace un rato. Presta atención y la veras…detrás mío.
(En la oscuridad, y con la luz de un relámpago, el niño ve a una joven sonriente, pero sin ojos saludándolo. Parece muy bonita, y simpática, pero tiene todo su vestido mugriento y lleno de sangre. EL niño grita con todas sus fuerzas, y sale de la casa, a refugiarse en los gruesos brazos de su madre. La anciana, en su sillón en lo oscuro, ve a la selva toda rodeada por esa espesa cortina)
Al parecer creo que te quedaras toda la noche. Siéntate ándale, debes estar cansada. Hace mucho tiempo que no vienes. Platiquemos.
Foto: Extraida de http://www.geoviajes.com/usuario/blanco/image/ruinas.jpg