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lunes, 27 de diciembre de 2010

Ciudad de Niebla (Textos para dormir con luz III)


No chavo, te dije que no tengo ni un mísero peso. Aquí en el campo no conseguirás dinero chavo mejor que te vayas a la ciudad. Pero ven, quédate un tiempo y hazle compañía a esta vieja, quizás te pueda pagar con otra cosa. Comida, puede ser, todavía me quedan algunos acocotes, pero estaba pensando en una historia. Ándale, que no estás tan grande para una buena historia de suspenso. Si, suspenso, ocurrió hace mucho tiempo chavo, cuando todavía era una niña. En un pueblo que ya no existe, más cerca de las ruinas que este todavía, por el camino de vacas. Allí vivía, hace muchos años, y quizás…quizás…


(La vieja se duerme y el niño se le acerca, hundiéndole el dedo en una de sus mejillas. La anciana se despierta sobresaltada, lo que provoca que el chavo se asuste, y caiga en su silla. La mujer no parece inmutarse y continúa su relato como si nada).


Hace mucho años, había un pueblo llamado Nocayebe en alusión a las ruinas noh-kaahyeeb, que significa “ciudad de niebla” en idioma de nuestros antiguos. Estaba cerca de aquí, y se encontraba bien adentro de la selva, solo era posible llegar por un camino de tierra que ahora lo usan los vaqueros para el ganado. Lo cierto es que un día arribaron cuatro forasteros (dos hombres y dos mujeres), de aspecto joven y entusiastas.


(Un leve viento comienza a levantarse y las cortinas de la choza juegan con el viento dejando entrever las colinas verdes de la selva).


Llegaron, dijeron por un desperfecto con el carro, que no podían arreglar y preguntaban por un teléfono. Por supuesto allí no había ninguno, y algunos no sabían lo que era. Mi padre que era un labrador de buen corazón les dio cobijo en nuestro hogar. A decir verdad ningún poblador quería a esos extranjeros, recuerdo que sus miradas eran toscas, con miedo y desconfianza, y respondían sus preguntas con simples monosílabos. Yo, niña todavía no prestaba atención a esos detalles, me la pasaba jugando con las gallinas y trepando a los arboles, como tu chavo lo haces ahora con tus hermanos. Por cierto, mejor que me arregles la rama del Guayabo, sino te voy a dar una tunda.


(El niño asustado, por el brazo levantado de la vieja, promete arreglarlo ni bien termine la historia. Afuera El viento ha crecido, y las nubes empiezan a cubrir las colinas lejanas. Habrá tormenta).


Ya en la noche, los forasteros comieron con nosotros, en el mismo fuego, ya que el lugar era pequeño. Ellos sintieron pronto la curiosidad y empezaron a interrogar a mi padre, que no quería hablar, pero sentía cierta lastima por ellos. Recuerdo que sus rosadas caras, se enrojecían aun más con el fuego, y entre sorbos de Xalapa se dio más o menos el siguiente dialogo entre los jóvenes y mi padre.


-¿Qué les pasa a los lugareños de aquí señor? Salvo usted todos están como nerviosos por nuestra presencia.


-No es por ustedes, sino por la niebla que baja de las montañas, es de mal agüero dicen. Han llegado en muy mal momento, ya solo nombrarla se me hiela la sangre…


-¿Por qué tanto miedo señor? Pregunto una de las chavas que creo se llamaba Vanesa


- Hay niña pues por la niebla. Aquí existe la creencia que ella existe desde tiempos remotos, desde nuestros antiguos. La niebla baja de la montaña y se lleva a cualquier persona, allá arriba. Las personas desdichadas son atraídas por algo y se pierden simplemente en la selva. Nunca se los vuelve a encontrar. Aun hoy, bueno cada tanto sigue sucediendo…


-Puras patrañas- Dijo un muchacho fornido de cabello rubio, al que todos conocían como “Yoni” o algo así.


-De andeveras señor, la niebla es peligrosa, por eso me vi obligado a darles cobijo. Les pido por favor que esta noche la pasen aquí. El fuego esta tibio y allí hay un poco de Mezcal. Pero por favor, no salgan ni que afuera se esté cayendo el mundo.


-No hará falta señor, aquí nos quedaremos. Estamos cansados y la verdad pretendemos llegar a Tulum mañana- Dijo Sabrina la otra mujer del grupo.


-De cualquier modo estaría interesante salir a ver a los espíritus en la niebla ¿No crees Vanesa? Dijo el último del grupo, un muchachote colorado. Creo que era…Mani o Maní no recuerdo. Esos extranjeros con sus nombres…


-Por favor, por Diosito. No salgan. No busquen lo que no saben comprender- Dijo rogando mi padre.


Después de esa advertencia el grupo se fue dividiendo y el fuego acallando. Ya para la medianoche estábamos todos dormidos. Mi familia en un rincón de la choza y los jóvenes todos apiñados en la esquina opuesta. Yo me había quedado asustada con los dichos de mi padre. Jamás había oído de aquella niebla, y nunca la había visto. Pero mi padre no era de bromear, así que debería de ser de andeveras.


(Afuera se ven las primeras gotas de lluvia. Fina casi como una sabana. Las nubes siguen bajando y ya las montañas parecen cubiertas por un manto. Invisible. El niño come entre tanto una Guayaba, escuchando atentamente a la vieja).


Como te decía chavo, era muy de noche y la casa estaba iluminada por apenas las brasas del fuego. Sin embargo, entre la calma y media dormida, oigo la puerta que se abre despacio. Con mucho miedo miro y veo a Vanesa saliendo. ¡No sabes cuánto miedo me dio al ver que afuera estaba La Niebla! Era espesa, era blanca, como un sudario.
¿Y a que no sabes que hice luego?


(El niño que estaba prestando atención despego la mirada de la anciana, y la centra en la ventana, que muestra la lluvia que empieza a caer y a las nubes rodeando el pueblo. Pregunta si la anciana aviso al padre lo que vio).


No no, nada de eso. La seguí. SI, como oyes me levante y en enaguas y descalza Salí al monte a buscarla. No sé porque, supongo que quería seguirla por curiosidad al ver donde se dirigía. El hecho es que al poco andar entre arboles y malezas, ya no podía ver nada, pues por un lado estaba muy oscuro y apenas podía distinguir las plantas, y segundo La Niebla me había alcanzado, me envolvía. En un momento no podía ver mas allá que mis manos entonces me desespere. Estaba perdida y con frio y estaba segura de que de allí no saldría. Más aun fue cuando empecé a ver figuras moviéndose entre la niebla cerca de mí.


(Un trueno suena en la lejanía, matando el monótono sonido del relato. El niño se sobresalta y continúa escuchando)


No podía verla bien, pero rodeándome y moviéndose sigilosamente, aparecian figuras, como personas. Aparecían y desaparecían en la niebla como evitándome, y a la vez acechándome. Allí fue cuando me desespere y empecé a correr sin saber el rumbo, corría por donde me dejara el aire, y no me detenía ni porque Diosito me lo pidiera.


Corriendo llegué a una zona boscosa, iba a saltar una raíz de un árbol muerto y podrido, muy grande, cuando una mano me atrapo. Grite y grite, pero al levantar la vista me encontré con que era Vanesa, la extranjera. Me dijo que ella también se había perdido y que quería volver al pueblo, ya que ella también vio a las personas dentro de La Niebla. Quise preguntarle porque se fue en primer lugar, pero me dijo que no se acordaba que en un instante estaba durmiendo y en otro estaba corriendo por el bosque. En fin, sentí pena por ella, ya que me pareció media mensa.


(En eso una ráfaga de viento entra por la ventana y tira unas cosas de la mesa. El niño ve que la anciana murmura algo al aire, y luego retoma la narración).


Ya siendo dos, estaba un poco más tranquila y juntas tratamos de volver sobre nuestros pasos. Cosa que fue imposible, ya que el lugar parecía cambiar detrás de nosotros. Lo peor, parecía encerrarnos. En un momento, llegamos a un claro y con la poca luz que teníamos disponible, logramos ver algunas ruinas. Casas de piedra que estaban allí desde hacia muchisisismos años, quizás pertenecientes a nuestros ancestros que habitaban alli. Vanesa sugirió pasar la noche en una de ellas, ya que era imposible seguir así. En la mañana seguramente volveríamos fácilmente.
No pude dormir muy la verdad. Tenía pesadillas sobre personas que me aparecían entre humos, algunas muy viejas algunas muy jóvenes. Todas sin ojos, con sus cuencas vacías. Al último estaba Vanesa, mirándome fijamente. Antes no lo había notado, pero ahora ella se me aparecía, también sin ojos en sus cuencas. Sin tiempo a gritar, sonrió, y me dijo “Despierta, ya es de día, pasó el peligro”.


AL despertarme, ya el sol estaba bien alto, y me encontraba sola en lo que era una casa. Ahora sin techo y llena de musgo. Oí que a lo lejos, estaban llamando a alguien y creí reconocer, entre otras voces a la de mi padre. Corrí en esa dirección. Al llegar, me encontré con el grupo. Mi padre, los extranjeros y unos vecinos. Pero en un principio no me prestaron atención. Entre ellos y yo había un pequeño barranco y en el fondo de este había un cuerpo de rubios cabellos. Los muchachos reconocieron a su compañera y estallaron en llanto. Mi padre sin creer lo que veía, trato de hablarme con señas, para ver si estaba bien. Estaban cerca de la raíz muerta que había tratado de saltar la otra noche. Hasta que Vanesa me jalo la mano.

Tardaron más de dos horas en llegar hasta donde estaba yo. Al llegar me preguntaron donde había estado, y yo les dije que con la chica, en unas ruinas pasando la noche. Me miraron sin creerme, ya que el cuerpo de Vanesa parecía haber estado toda la noche en el fango del barranco.
(Ya de noche, la borrasca hace que se apaguen todas las luces de la casa. El niño, con el desenlace de la historia y lo que ocurre allí afuera esta mas que un poco inquieto).


Te diré chavo, que a partir de ahí, siempre se me presenta de vez en cuando. Los extranjeros se fueron destrozados, pero ella quedó. En estas noches, más cuando baja La Niebla suele visitarme. Esta aquí desde hace un rato. Presta atención y la veras…detrás mío.


(En la oscuridad, y con la luz de un relámpago, el niño ve a una joven sonriente, pero sin ojos saludándolo. Parece muy bonita, y simpática, pero tiene todo su vestido mugriento y lleno de sangre. EL niño grita con todas sus fuerzas, y sale de la casa, a refugiarse en los gruesos brazos de su madre. La anciana, en su sillón en lo oscuro, ve a la selva toda rodeada por esa espesa cortina)


Al parecer creo que te quedaras toda la noche. Siéntate ándale, debes estar cansada. Hace mucho tiempo que no vienes. Platiquemos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuentos para dormir con luz(Parte II)


Hombre en Gabardina (texto en 4 gritos)

1-

Hombre caminando por una calle transitada. Se lo ve trasnochado, mal vestido. Se nota por su mirada medio perdida y por su olor a cigarrillo, que no durmió bien. Pero pasa desapercibido en esa maraña de hombres mal dormidos y mal vestidos que pululan a esa hora de la mañana. Fuma su tercer cigarrillo del día, para poder calmar sus nervios, y poder pensar con claridad. Su alta estatura parece empequeñecer, ya que camina encorvado, como tratando de esconderse en el fondo de su abrigo. Solo mira adelante y apresura el paso, está llegando tarde, y su gabardina sucia y arrugada parece volar con el viento. Llega al bar, con las manos temblorosas pide café y enciende otro cigarrillo.

2-

Entra ella, y lo reconoce de inmediato. El único tan desarreglado, como para arrugar su saco sentándose encima de él. Intuye que pasó la noche despierto, y sus ojos cansados y enrojecidos lo confirman. Cuando la ve apaga el cigarrillo, no dice nada espera que ella se siente, dejandose caer, como una hoja cae al piso. En la mirada de ella se trastocan recuerdos y odios hacia ese hombre. Una sorpresa incomoda para ella, que ese hombre de su pasado, de su sepultado pasado este al lado de ella. Ni siquiera soporta la mirada tosca de esos ojos cobrizos, mirándola con burla, de esa barba desarreglada de días que no tiene intención de irse. No, esa bazofia humana no puede estar con ella ahora. Ni nunca.

3-

Siempre me considere una mala persona. No por decisión sino más bien un mandato. Debía ser ruin y a su vez repulsivo. Todavía no puedo creer que ella, aun conociéndome de toda la vida, y sabiendo lo hijo de puta que puedo ser, haya venido. Apago rápidamente mi cigarrillo, ya que ella lo detesta, aunque seguramente se descompondrá de solo verme. Tengo que admitirlo, me merezco todo lo que ella esté pensando ahora. Se lo que piensa, porque yo tengo la misma descripción de mi. Traidor, lascivo, vil, manipulador, escoria humana. Solo que yo ya me acostumbré a esa carga, y ahora que han pasado los años y puedo decirlo, me ha empezado a gustar. Se sienta enfrente mío, y puedo ver su mirada asqueada por lo que tiene delante. No es para menos teniendo en cuenta la noche agitada que tuve, y lo que me costó enterrar esos cuerpos. En fin, dejo esas imágenes para otro dulce momento, ella ya se está impacientando y quizás arrepentido de encontrarse acá.

4-

No es una decisión acertada la que toma este sujeto. Sino mas bien impulsiva, como impulsiva fue toda su vida. No piensa, no le gusta pensar, lo considera un insulto para su naturaleza. No es cortés ni simpático, pero puede mantener a la mujer cerca de él, para decirle esa breve frase que pensó la noche anterior. No es una frase reveladora, pero no pudo ocurrírsele otra mejor. Deslizando un sobre de su gabardina, lo pone en la mesa y le susurra "Encontré a tu maridito". Se levanta de la mesa y sale del bar, dejando a la mujer petrificada mirando el sobre. Si bien el hombre no es inteligente, tiene la memoria suficiente como para que la mujer haga lo que él quiera. Alcanza a escuchar algunos gritos a lo lejos. Y sonríe, no puede evitarlo. Sube la calle, no pudiendo evitar compararse con esos restos humanos que ayer desmembró. Sabe que su destino no puede diferir mucho. Y sonríe, quizás porque ha dejado toda su humanidad, lo poco que le quedaba en esas fotos. Quizás la haya enterrado también junto con los cadáveres. O mejor aún, nunca la tuvo…

lunes, 6 de diciembre de 2010

Textos con visceras (Cuentos para dormir con luz)




Una vuelta de tuerca (Cortázar sangriento)


No es tanto que ya no sepamos hacerlo...

Sí, sobre todo eso, no encontrar una buena forma de darle un remate

¿Pero acaso lo hemos buscado desde el día en que lo trajimos aquí?

Tal vez no, y sin embargo cada mañana que se despierta me mira como querer terminar todo. Estoy tentado a darle el gusto

Puro engaño, llega el momento en que uno se mira como lo que realmente es. El espejo nos devuelve la mirada de un caníbal, y ya es tarde.

Quién sabe, yo todavía no quiero hacerlo. No de esta forma. tan...sucia.

No basta con quererlo, si además no hay la prueba de lo que hicimos. Estamos impolutos. Las manchas de nuestra alma permanecen segura dentro nuestro.

Ves, de nada vale esa seguridad que tanto te caracteriza cuando te ves a ti mismo como una mierda. Cuando no tenés ni siquiera una evidencia de lo que fuiste.

Cierto, ahora cada uno exige una evidencia frente a lo que podríamos llegar a ser. Como si nuestro acto de caridad no valiera nada. ¿No entiendo? ¿Para qué lo besas? algunas veces pienso que eres más macabro que yo.

Como si besarse fuera firmar un descargo, como si mirarse con pena y ternura fuera pecado en una situación como esta. Trato al menos de hacerle creer en las esperanzas. En lo fortuito de su situación. Aparte...¿Y que si me siento atraído por su piel?

Debajo de la ropa ya no espera esa piel que te "atrae". Espera un monstruo que esta germinando. ¿No lo sientes como grita? Tus caricias nocturnas no hacen más que avivar el incendio de su insania. Eso es peor que tenerlo sin comida.

No es lo peor, pienso a veces; hay lo otro, las palabras cuando le cortábamos en finas tiras su cuerpo. Hay que admitir que a veces estamos poseídos en un frenesí visceral. Ya no tenemos retorno. ¿Recuerdas como llegamos a esto? Los dos empapados de sangre en la estancia de tu tío. Nos gustaba el ruido de los pollitos

O el silencio, que entonces valía como calma luego de un frenesí. Para que el sistema se calmara. Para que nuestras de voces se acallaran. AL fin y al cabo creo que fue aquella noche en lo de tu tío, donde toda historia cerro.

Sabíamos abrir la ventana apenas ellos se acostaron. Nos costó mucho no hacer ruido

Y esa manera de dar vuelta la almohada buscando sus bocas, grotescas fauces donde salían ruidos, como de cerdo. Eran cerdos. Ese primer vomito de sangre fue especial...

Como un lenguaje de perfumes húmedos que nos devolvió la vida. Se nos alojo en nuestra nariz, se nos clavó con un clavo oxidado. Y nunca se fue.

Gritabas y gritabas mientras yo golpeaba la cabeza de tu tía con mi martillo. Nunca te vi tan desquiciado

Caíamos en una misma enceguecida avalancha hasta que por fin todo fue quietud. Nos acurrucamos uno al lado del otro a los pies de la cama.

Yo esperaba escuchar eso que siempre me decías cada vez que había tormenta "Tranquilo, solo cierra los ojos y estarás en tu lugar feliz"

Y jugar a dormirse entre nudos de sábanas y a veces, quizás acostarse entre los cuerpos aun calientes. Hacia tanto frio...

Si habremos insultado entre caricias el despertador que nos saco de tan hermosa experiencia, y nos indicaba que ya la noche había acabado.

Pero era dulce levantarse y competir por la sierra, a ver quién era el primero en usarla.—Y el primero, empapado, dueño de la toalla seca que luego se humedecía con ese liquido rojo que tanto nos llamo la atencion, siempre.

El café y las tostadas, la lista de compras, y eso sí, siempre comíamos aparte de nuestra sala de juego. Siempre tuvimos estómagos débiles.

Todo sigue lo mismo, se diría que igual

Exactamente igual, sólo que en vez en cuando me da por un anhelo de volver el tiempo atrás—Como querer contar un sueño que después de despertarse se lo acuerda a medias. Y es hermoso porque justamente se está olvidando.

Pasar el lápiz sobre una silueta, repetir de memoria algo tan arraigado en nuestra columna. Se puede volver mal habito.

Sabiendo al mismo tiempo cómo nos gusta y que no podríamos vivir sin esa sensación, tan única. Tan vibrante...

Oh sí, pero esperando casi un encuentro con esos ojos que tanto se hacen esperar. Y el ver como se cierran al compas de tu cuchillo.

—¿Un poco más de mermelada y de café?

Gracias, no tengo apetito. Sabes que no me gusta llenar el estomago cuando tengo que jugar con nuestro invitado. Ya vuelvo
(Las oraciones en italica corresponden al texto original de Julio Cortazar)
Como un baño Tibio
Sí, creo que tienes razón. Me dejaré de jugar ya, e iré directamente al punto, ya que el olor me está empezando a afectar a mí también. Tienes razón al pensar en que no te dejaré ir con vida, y no soy de mentirte. Nunca lo hice y no voy a empezar haciéndolo justo ahora. No llores, ya que te moverás más de la cuenta y sangrarás más. Voy a matarte si, pero no significa que he dejado de quererte. ¡Mierda, si aun me enloquezco con tu boca, por más que este llena de vomito y sangre! No pidas explicaciones, en este punto son inexistentes. En realidad, no tengo un porqué. Solo un impulso, una punzada, como eléctrica recorriendo cada musculo. Para terminar en mis manos, en mis dedos. Cada vez que agarro un cuchillo me pasa eso. Algunas veces me controlo mejor que otras, pero la sensación de verte redimido en sangre era simplemente maravillosa. Eres un ser tan hermoso, un instante mas y todo seguirá su ciclo. Cierra los ojos. No llores, ya no. No hay dolor, no estás en una cama ensangrentada...Imagínate...que estas tomando un baño tibio. Déjate llevar. Esa dulce sensación que te duerme. Eso es mi querido, te dije que no dolería. Puedes quedarte un poco en la cama, mientras arreglo el desorden. Si tienes paciencia te preparare una sorpresa para cenar.
Foto: Portada del libro "Orgullo, prejuicio y zombies"

sábado, 20 de noviembre de 2010

El ocaso de los Broncos



Algunas veces tengo la oportunidad de encontrarme objetos peculiares. Que me devuelven una imagen distorsionada de la realidad y me cautivan. No puedo contenerme cuando veo al niño interior apoyar sus manitos sobre un mostrador y pidiéndome algo. No se si será el padre futuro que también llevo dentro.

Veo un yo-yo. Por un minuto redoblo la marcha, tratando de mitigar, callar al chiquilin. Pero es imposible, no puedo con el, ya que es (fui) muy testarudo. Apenas me alejo 20 pasos del kiosko y vuelvo (volvemos).

-¿Cuanto cuesta ese yo-yo?
-14 pesos
-¿¡Ehhh!?¡¿Cuanto?, no disculpe pero es un poco caro.

En ese momento miro al nene. Esta con los ojitos llorosos, casi a punto de iniciar un berrinche. Al final, sale ganando.

Voy por la calle con mi nueva adquisición. Recordando al principio, como era ese arte que ya no recordaba, de hacer el perrito o mas aun, de que no se enrede el piolín. Paso los días subsiguientes haciendo sonreír al niño, temiendo no darme cuenta de mis obligaciones y dejando todo por un juego tan simple.

Pero vaya sorpresa si me di, al darme cuenta que en realidad estaba abriendo nuevos caminos en incluso subsanando otros, con el simple ir y venir de mi juguete.

Así es como estando probando el perrito en mi patio, mi abuela (a gran emperatriz), dejo su letanía de leer paginas infinitas, y mirándome desde su silla me miro con una sonrisa.

-En mis tiempo se llamaba yo-yo. No me voy a olvidar nunca cuando queriendo hacer una prueba que hizo una compañera mía, se me zafó y rompí un vidrio. ¡La Profesora me lo termino sacando!

Y al verla sonreír, con esos dos dientes que le quedan, me figure a una niña morochita con guardapolvo blanco y sosteniendo un yo-yo de madera. Mi madre, en la cocina, se reía por lo bajo, mientras la niña le explicaba los viejos trucos ya perdidos.

Jueves por la mañana. Estación Plaza de Mayo de la linea A de subte. Una mañana como todas, agitada, monocromática y por sobre todo calurosa, en estos días en que llega el verano y se instala sin pedir permiso. En las venas de la estación, un payador antiguo, que no corresponde a la nueva era del celular con cámara e Internet, se dedica a darle un poco de color a esas vías, con su guitarra toda fileteada y su cancionero popular. Siempre lo miro con cariño, quizás porque me recuerda a ese viejo que en la infancia le cumplía todos los caprichos al pibe que era, y hoy esta bobo con el yo-yo. Nunca le hable hasta ese día, que al verme pasar practicando la vuelta al mundo me chisto.

-¡No puedo creer que volvieron!¿Sabes una cosa pibe? antes había un chico en cada esquina con uno. Me acuerdo una vez de chico que me contaron que allá lejos en Francia había hombres que tenían hasta tres en la mano, los tiraban todos juntos, se los ponían en la oreja...mira vos todavía quedan....

Y de vuelta lo vi convertirse en nene, con una guitarra de juguete y con los cachetes regordetes, asombrándose por las maravillas que ese artilugio le traía de tierras lejanas. Cuando esos rumores, eran mas fantásticos que ir a ver a los elefantes al circo. Lo dejo con una sonrisa, quizás prometiendole volver para cantar alguna copla (aunque no sepa cantar).

El dia laboral termina y salgo con calma hacia mi facultad, disfrutando de una tarde un poco calurosa, pero estúpidamente feliz. Un borracho apoyado en un auto me ve pasar y de repente se le aclaran los ojos, y tartamudeando me espeta

-¿Me hacés el perrito por favor?

En otras circunstancias habría puesto una excusa cobarde y los hubiera dejado con la palabra, creyéndome mas justo que el por el simple hecho de esta sobrio. Pero el yo-yo me devuelve la mirada expectante de aquel hombre, que se perdió cuando a su escuela fueron "Los Profesionales del yo-yo" e hicieron miles de trucos, mas complicados que el perrito. Y que por una vez en la vida quería volver a ver rodar ese disco de plástico.

Dándole el gusto, y devolviendome el una sonrisa lo dejo, quizás para pensar mas tranquilo, como ese acercamiento mundial que pregonan los precursores de la nueva era digital, del celular con microondas, se ve menos que opacada por un simple chirimbolo. Tal vez no nos damos cuenta, cuan simple es conformar un niño interno. Lo simple, el enrollar el piolin, y jugar por horas, y ver como por un simple impulso de muñeca, se explica el comienzo del universo.

Ya es tarde y los zorzales negros, me anuncian que son las tres de la mañana. Ahora me voy a dormir. O practique si me sale el columpio.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Io Retornatto


He decido desempolvar el escritorio vacío. Cambiar la tinta de mi pluma, ya seca de tanto tiempo sin usar y cambiar las hojas ya amarillentas. Me propuse volver a mi habitual vicio, el de escribí compulsivamente sin pensar. Y no se porque hice esta metáfora estúpida de las hojas y la tinta, si ya hace rato que no las uso.

Suenan excusas antes los clamores de mis inquilinos, acerca de porque no los alimente con prosa. El tiempo, la fatiga y el cansancio suenan apenas tibias. El hecho es que he abandonado la escritura, y esta se niega ahora a jugar conmigo. Ya no la encuentro en los habituales juegos de plaza, ni en las esquinas nocturnas de mi barrio. Apenas un gato pidiendo por comida, ocupa su lugar. Se ha ofendido parece, y no creo que quiera verme.

Intento sin embargo revivir su espíritu, esbozando algún mamarracho que suene bonito o por lo menos me genere un breve orgasmo. La realidad me devuelve palabras muertas abrazadas por mí, con el único fin de salir de la letanía Me asusta pensar que no volveré a jugar con mis amigas. Ya he dicho que algunas se fueron y otras murieron. En la soledad de del ignorante, el que supo y se olvido, del estúpido, clamo porque vuelvan.

Al principio solo serán palabras y escritos que pude recopilar en una búsqueda aparte. Podría decir que estuve en parajes exóticos y tierras lejanas. Pero no, dicho camino lo hice en la comodidad de mi casa, ya que sabia que las musas no entienden de retiros espirituales.

Por tal fin abro nuevamente este espacio, acondicionado para que las palabras vuelvan a esta casa. Oscura y húmeda, pero al final muy acogedora.

Imagen: Publicada en http://susurrosdecandiles.blogspot.com/2009/05/el-sillon-vacio.html

miércoles, 9 de junio de 2010

La muerte de Olvido


Escribo sin ganas, se podría decir de compromiso. Odio escribir así, en ausencia total de algo lisérgico o dadaísta, que podríamos llamar “inspiración”, aunque más no sea el vuelo de una mosca. Un simple aleteo de un grillo o porque no una cucaracha aplastada en el patio.

Quizás me fui de foco. Quizás estoy exagerando, luego de muchos vaivenes que se produjeron en mi vida reciente (buenos y malos) mi rota brújula, perdí el rumbo donde se encuentran esas palabras imposible y aquel verso “a la carte”. Pero como dije alguna vez, aunque lo más seguro es que me haya imaginado diciéndolo, esto es una cura, para la enfermedad, que suele ser en este caso la misma cosa. Enfermo, doctor y hospital se funden en un mismo plano para formar a un tipo somnoliento escribiendo incoherencias a las once de la noche.

Y sigue sin ocurrírseme nada. Y me quedo inmóvil. No puedo creer que todas las palabras con tanto esmero cazadas se hayan fugado. No puedo creer, que mis niñas, que crie con tanto esmero y cariño me hayan dado la espalda. Me quede frio, en este nido vacío donde antes se refugiaban ellas, donde jugaba y reía.

Salgo al patio desesperado para buscarlas para pedirle perdón por algo que no se si hice. Me olvido de abrigarme, me voy a resfriar, o peor. No me importa, salgo aunque sea en calzoncillos, necesito de nuevo estar con ellas, verlas aunque sea un instante. Tocarlas si pudiera…
Esta oscuro. Y lo arboles son los únicos testigos de mi pesada caminata, y miran con ojos agrietados mi doloroso caminar. Algunos, los más jóvenes y desnudos se atreven a reírse y a llamarme loco. Eso es bueno, la locura siempre me gusto.

¿Arboles riéndose? Debo estar cerca, estas visiones deben indicar la presencia de una pequeña niña, una palabra adormecida en alguna esquina sucia de mi barrio. Ya no camino, sino que corro.
Entre tanta oscuridad, una tenue luz del único farol de mi barrio, en una esquina en los límites entre mi barrio y los sueños, estaba una palabra sentada. Vestía un vestidito de muñeca, y miraba asustada. Acercándome a ella, noto que empieza a nevar. La frontera se disipa, estoy en mi mundo nuevamente.

Yo: “¿Qué pasa nena? ¿Estas bien?
Ella: “No, me estoy muriendo. Quiero morir aquí, donde pertenezco, esta calle nevada es mi hogar”
Yo: “¿No quieres venir a casa y hacerme compañía? Te he estado buscando a ti y a tus hermanas”
Ella: “ya no están aquí, yo soy la ultima. Tal vez en otro tiempo, en otra estación de tren…las encuentres”.

No entendí lo de la estación de tren. La niña, es cierto, agonizaba. Se puso pálida, hasta mimetizarse con la nieve y callo a la calle. Un manto blanco servía de mortaja.

“Soy Olvido. Hazme un favor y honra mi nombre. Olvídate de mí, de que alguna vez estuve jugando contigo. Olvídate de todo. Tu destino es olvidar. No es tan malo como parece”.

Cerro sus ojos. La nieve se hizo más cruda, envolviendo a Olvido en una sabana eterna. Vuelvo sobre mis pasos, con pesar. A medida que retorno al hogar, al caliente punto de donde nací, por una estúpida razón me siento feliz. Abro la puerta tarareando una canción.

“¿me trajiste los puchos que te pedí?”

Mi perro me esperaba impaciente. Le dije que no, ya que no quiero que tire cenizas en la alfombra. Aparte cuido su salud.

¿Por qué estoy escribiendo?
Imagen: Publicada en fotolog.miarroba.com/f/9/5/8

viernes, 7 de mayo de 2010

La muela anda en calesita


Es de noche. Y podría decirse que estoy solo. Mi perro se fue a dormir, sin mediar palabra bostezando que ya era demasiado viejo para andar meando afuera con tanto fresquete.

Podría decirse que estoy solo. A esta hora en este particular momento de la madrugada. Pero no. Un particular pinchazo en mi muela me está molestando. No matando, no desesperando, pero si molestando. Toda una vida de dientes de porcelana y de salud dental tirados a la basura.

Por un momento pensé que el dolor, como algunas expresiones de pensamiento afirman, me haría ver visiones calidoscópicas, o al menos inducirme a la creación. Mentira, y una vil mentira. De hecho no puedo creer que este escribiendo esto y que no pare para irme a dormir de una buena vez.

Y mis huesos sienten frio. Me duele mi boca, pero resalto el hecho de que yo tengo frio. Y me gusta tener frio. Me enaltece, me excita me reverberan en los hilo de mi memoria. En pequeños, minúsculos espacios del aire frio se escribe el pasado. Los huesos los sienten y a su manera lo cuentan.

Había frio en las aulas de mi facultad, de la planta baja. No había estufa, no había gas. El fuego ni siquiera se había inventado. EL ingeniero K. aparece caminando por un largo pasillo oscuro, tirando de su maletín, arrastrándolo por el piso. Un hombre pequeño, encogido por los años y la mala alimentación, arrastrando su destino encerrado en su maletín. Pasos pesados, como no queriendo llegar al aula a dar clases, como queriendo volver a ser alumno. Para gritar, para rebelarse y salir en pelotas a la calle. El ingeniero K. Entra, saluda y empieza la teórica.
Yo me rebelo, grito y salgo en pelotas a la calle. Y muero de neumonía. O mejor me despierto, que sino; no entiendo nada.

Hacia frio, en la parada del 24. Seis de la mañana, noche todavía negra, de un día cualquiera de Mayo. Mecánicamente subo al colectivo. Me puedo sentar, a veces. EM detengo en la ventanilla vaporizada al ver a la ciudad despertar, quitándose la escarcha. Prestaba la atención a los ruidos que nacían, como pequeños bostezos, de las maquinas, de los animales, de la vida misma. EL único refugio para tanto hielo invisible era ese colectivo que lentamente avanzaba por las calles de Buenos Aires. Me hundía en ese sueño sin sueño de los pasajeros mañaneros. Me despierto en Sarmiento y Yatay. Hay que bajar.

En la calle soy uno con el viento frio. Penetra por mi carne y taladra mis huesos con sus uñas. Y camino guiado por sus brazos, en silencio, tratando de crearme otro mundo exhalando vaho de mi boca. Pero no hay otro mundo, solamente hay veredas mojadas, ya que los porteros, sacerdotes del viento matutino, brindan como sacrificios a los muertos de hipotermia de sus baldazos de agua fría.

Y El frio andaba cerca algún mediodía en que me llevaron a la calesita del viaducto. Aquella a la que según dicen, un hombre forzudo llamado “el Rota” hacia girar desde las profundidades de la tierra. Cerca de las bases mismas del viaducto, a pocos metros del centro de la Tierra.
Pero el Rota ya se quedo sin trabajo y la verdad no se qué paso con él. La calesita fue desmantelada y ya sus caballos fueron liberados, quizás para que sirvan para tirar algún carro de botelleros.

Quizás el Rota ande ahora por la ciudad, anhelando el cálido lugar en el que estaba cerca del fuego maternal del manto terrestre. Quizás el frio lo sorprenda en la cola de algún lugar esperando ser contratado. O tal vez nunca Salió de su hueco y se quedo ahí para siempre hundido, y solo, girando una rueda invisible para los chicos que ya se fueron.

Y hace frio ahora, y mi muela me sigue molestando. No entiende ni de ingenieros, ni de porteros, ni de calesitas. Quizás si pudiera sentarla en algunos de esos caballitos de la calesita del Rota, me deje un poco de molestar y se entretenga tratando de sacar la sortija.

Ilustracion: de la pagina http://photos.igougo.com

sábado, 1 de mayo de 2010

Noche de chicas y un perro fayuto


Sábado, me levanto como indica mi religión (presbiteriano cuántico), al mediodía. Sé que tengo que estudiar, lo vengo diciendo y lo vengo jurando que tengo que sentarme y ponerme a leer las materias y no perder ese tren que me costó agarrar.

Desayuno y casi almuerzo a la vez. Pizza casera. Teniendo unos minutos para conversar, antes de prepararme para ir a arquería, mi madre me dice al pasar luchando con una porción perdida de la bandeja.

“te dejo mas pizza preparada en el horno. Esta noche salgo con Laura, y me quedo a dormir en su casa, vuelvo mañana a la mañana. SI tenes que salir ya sabes cómo hay que dejar al perro”.

Interesante. Mi madre sale con una amiga. La casa sola…llamo a mi novia.

Antes de prender el celular me acuerdo. Ella también salía con amigas. Interesante. La casa sola. Mi novia sale con una amigas…llamo a mis amigos.

Mando el mensaje convocatorio. “hay algo para hoy?” No hay respuesta. Voy a arquería con un dejo de duda e incertidumbre, acompañado por un sol de noviembre que se olvido que estamos ya en Mayo.

Vuelvo mi madre ya no estaba. En mi celular figura su beso de despedida. Otro mensaje; mi novia. Ya la pasaban a buscar su amigas para irse a casa de una correligionaria. Las dos me dicen “Cuidate mucho, besos”.

Veo a mi perro, sentado en la mesa de la cocina leyendo un diario y tomando un té (mi perro cuando estoy con él se desenvuelve un poco mejor, o tal vez me envuelve una atmosfera mas lisérgica cuando estoy en soledad). Sin dejar de ojear su lectura me espeta.

“¿Nos quedamos solos no? Acordate que a las nueve tengo que comer, y después me tenes que sacar afuera. No se puede creer los crímenes que hay…”

La ultima parte no se si me estaba prestando atención. Llamo a mis amigos. Llamo, no mando mensaje, ya era la instancia más perentoria, en la que uno se desespera por hacer algo, o al menos se queda con la satisfacción de decir “bueno yo trate”.

“tenemos que ir a XXX, pero si surge algo te llamamos”. A esta altura me había parapetado en mi escritorio personal y empezado a estudiar tranquilo, bajo la luz de una tenue lámpara. Trataba de resumir los contenidos vistos, y realmente creo que llevaba buen ritmo. En eso entra mi perro sacándome la concentración.

“Parece que no te vas nada. Ya son las ocho. Acordate, quiero comer puntual, que después te hago las desgracias en la escalera”

Sacando una cerveza de la heladera se va agregando

“si me necesitas estoy en la alfombra del living limpiándome las partes”.

Sigo un tiempo más resumiendo. Despacio como queriendo meter todo en su lugar. Como un rompecabezas infinito que trato de armar, donde las piezas nacen y se reproducen continuamente.
Dan las nueve. Preparo la comida.

Al perro luego de hacerle ver que, si bien conmigo podía hablar y leer el diario, le serví la comida en su tarro habitual. Me daba un poquito de asco que coma conmigo en la mesa luego de usar su lengua como papel higiénico. Al menos accedió a lavarse las patas. En eso es educado.

Yo me preparé, lo que yo llamo “comida de soltero”. Lo suficientemente rápida para comer ya, lo suficientemente rica para no hacer otra cosa, y lo fundamental. Utilizando lo menos posible los utensilios de cocina accesorios tales como tenedor cuchillo y plato. Luego hay que lavar menos.

“Y pensar que antes te gustaba estar así solo conmigo. De sentirte dueño de la casa. Ahora pareces una mujer que se pasa la noche esperando que la llamen, mientras mira películas y come helado. En fin… los tiempos cambian. Me voy al patio a fumar un pucho”

Me quedo nuevamente en mi escritorio. Decido, sin embargo tomarme un descanso, hacer la digestión un poco más relajado (relajado algunas veces es mi segundo nombre).
Prendo un poco la televisión. Entre noteras que arrancan una nota en una playa nudista y luego se bañan en bolas en el mar, pasando por un boxeador bailarín, para terminar con una animadora sexual en un boliche de zona oeste, se pasa un tiempo considerable.

Apago el aparato, notando que mi perro se quedo viendo conmigo los últimos minutos de programa.

“En fin ya estamos viejos…bah, yo viejo vos…”

Y no completa la frase, se va al living a dormitar un poco.

Decido completar un tema que deje colgado antes de comer. Mientras lo estudiaba y lo resumía. Las gotas de la canilla se sumaron a mi psicodelia. Todavía negras de la tinta que derrame al cambiar un cartucho, decían o susurraban.

“plic…plic…ponete una de Charly…plic…plic…aprende a cambiar un cuerito…plic…plic...”

Constantemente, el mismo eco, el mismo retumbe en la bacha que no me dejaba concentrarme.
Finalmente, a duras penas acabo de resumir lo que quería. Dejo prendida la radio para que el agua que pierde mi canilla este contenta, saco al perro, que se queja que hace frio y sale con sus puchos en el bolsillo.

Al volver a casa, prendo la maquina y me dispongo a ver una película. Hasta que alguien me llame, aunque sea para saber cómo estoy. Me voy a quedar dormido seguro. Lástima que no compre helado.

Al final una hace tanto y la descuidan de esa forma...

Ilustracion: de la pagina del restaurant Park Avenue http://www.parkavenuebargrill.com/

domingo, 11 de abril de 2010

El caballero y mi mascara


Sigo cometiendo blasfemias a lo incorpóreo. Estoy, cuando escribo estas líneas pensando que en realidad lo único que estoy haciendo es relatar un cuento perdido y amarillento en algún anaquel de mi memoria. Que algunas noches se le ocurre a salir a deambular como un mendigo, agarrado del brazo con mi ser etéreo.

Ya no resisto la tentación de trascribir sueños. Pero si hay alguna palabra en estos párrafos que le agraden, no me lo agradezcan a mí. Sino a ellas las palabras y los sonidos que componen estos paisajes ciclópeos y tiznados por luces vivas.

Soñé una música antigua. Una balada, que venía a mí en forma de serpiente enrollándose en una parra, silbando estrofas a mi oído. Cada palabra una imagen, cada destino una gemido y una muerte. Cruel destino de esa balada, que relataba las andanzas de un noble caballero.

Edad Media. Paisaje estilo Tierra Santa. LA balada cuenta la historia de un caballero al servicio de un señor o Rey (como siempre los detalles se me escapan…los agujeros de mi red no son tan pequeños). Se disponía a enfrentarse en batalla, para luchar a favor del os que él creía la verdad y la justicia. Noble caballero de barba larga, símbolo de sabiduría, ya con algunas canas.

Sus guerreros son tan justos como él. Valientes gallardos…jóvenes y eternos. Se enfrentan con un ejército siempre en las sombra o por lo menos se me hez borroso verlos. El noble seños se ve envuelto en una carnicería, en una vorágine de sangre y acero...perdiendo los sentidos dejándose llevar por la faena.

De dicho asalto obtiene una gran herida en su ojo, como una rasgadura en su frente. LA sangre lo tiñe y por un momento es rubí, por un momento es escarlata en un mar negro de gritos. La batalla está perdida. La nube oscura, con rastros violáceos envuelve a los eternos héroes del caballero y se los lleva a sus dominios. El señor es el único sobreviviente.

Decide volver a su campamento, con sus mínimas fuerzas. Y allí presencia un acto canibalesco. LA balada relata como en el campamento del señor, cientos de enemigos arman una gran orgia entre las mujeres que allí encontraban, matando a los demás. Más que esto, las mujeres parecían estar disfrutando de la faena, entregándose al captor, como dadiva impura, como sacrificio en gemidos y caricias. Entre ellas, la mujer del caballero. Frenética montando a uno de sus captores, mientras afuera se desarrollaba una carnicería tiñendo toda la escena y la música de la balada en rojo. Siempre rojo, con algún tono de verde.

Aturdido decide pues, hacer un último acto de grandeza e ir a defender el castillo de su señor. Su rey su amo...su destino.

Fue terrible la visión que se nos presenta al llegar al lugar. Una montaña gigantesca, amarilla como los campos de trigo, con un gran castillo en su cima. Sobre el camino que llevaba a este la serpiente conformada por millones de lanzas espadas y muerte escalaba, reptaba hacia dicha fortaleza. EL caballero vio en lo alto humo…luego fuego.

Desesperado sube para tratar de hacer algo. No sé qué metamorfosis sufre en el ascenso, pero pierde su gallardía, su nobleza. Se contagia de los vapores mohosos de su enemigo y comienza a ser ruin. Llega hasta las escalinatas del castillo para presenciar el acabose de los últimos soldados defensores faltantes. No los ayuda, hasta podría decir que empieza a tener una curiosidad macabra al ver los miembros seccionados de sus compañeros. Quiere huir, ya no quiere morir.
Cubre su cara desfigurada con una máscara que encuentra (no me pregunten donde...yo no invente esto). Al terminar la batalla se escapa del lugar, escapa de su suerte y escapa también de él mismo. Pasa a llamarse “el Caballero Cara de Hierro”.

De el se dice que vagaba por reinados, que era impávido e indolente. La balada, en voz de historiadores en este punto, menciona episodios de violencia en una determinada fecha en un determinado lugar. Las leyendas se pierden, la música acalla.

La balada prosigue en otro tiempo, en otro lugar. Se nos presenta un ambiente rural, con algunos toques de suburbio. Si me apuraran diría que es una locación del estilo de “desierto norteamericano”, donde siempre hay mucho sol, muchas moscas y autos viejos.

Si dije autos, porque aparezco ya en este siglo, con la música de la balada todavía con las últimas vibraciones del verso anterior. Se nos presenta un señor delgado de pelo corto. Usa sombrero y anteojos. Es el noble caballero, ennegrecido por el paso de siglos, pero todavía altivo, todavía con un dejo de nobleza.

Se ha vuelto a casar. Dice que es herrero. Tiene una casa con galería, para cuando hace calor por las noches poder estar ahí. Hay algo en su mirada que inquieta, algo que no se mantiene quieto, que repta, que salta…que araña.

En un momento se me presenta una escena. El noble su señora, y una pareja de amigos, cenando afuera, en la galería. Riendo, se les nota la falsedad a todos. Sobre todo al caballero, su risa es despreciable, no por el tono sino porque por la mirada que en ella proyecta. Dirigida al otro hombre, un ser gordo, hecho de grasa, vestido con una musculosa roída y olorosa, que no podía reírse sin tragar su comida.

La balada no se detiene, pero aminora su marcha, parece acallarse. Es una parte lenta donde el sonido impoluto se pierde entre las paredes oscuras del living de la casa, iluminado por los rayos que escapan de un viejo televisor encendido, que nadie ve. La música deja paso a los gemidos de mujer, de la mujer de nuestro noble, gozando de las caricias de la bola de pus que era el otro hombre. La mujer de este último también acompañaba, solitaria masturbándose en un sillón.
Golpe frenético del laúd o guitarra. Entra nuestro personaje a escena. Se hace silencio. Lo invitan a unirse, el se niega con una mirada altiva desdeñosa. Lo insultan y se burlan de él. En ese instante, nuestro noble deja caer su máscara, que ya no es de hierro, sino que es una cara de carne y hueso. Deja ver un espectro, una sombra oscura con rastros violáceos, que agarra un hacha y se dirige al living. La música retoma en un grito en un sonido metálico…y luego una lluvia de incesantes arpegios rápidos y fulgurantes, de rock, trasladándome infinitamente a una distancia ya conocida.

Al terminar la tormenta, la febril onda, nuestro Noble, despojado de toda humanidad y decencia, con su mirada reptante y venenosa, sin su máscara camina por las calles de mi antiguo barrio Villa Dominico. Se para en Cordero y El Salvador. Mira hacia Belgrano.
La balada en este punto termina, (o no la escucho mas…quizás siga eternamente). Lo siguiente que escucho antes de despertar es más o menos esto, ya sin música.

“Oh tu poderoso señor, Matasteis a los inocentes y te pusisteis una máscara, matasteis a los viles y la dejaste caer. Ya no sabes que llevas, ya no sabes tu rostro. ¡Oh señor! Todos llevamos mascaras, y tú que llevabas dos las has perdido. Ahora las andas buscado ¡Oh señor!”

Despierto. Pero me despierto de buen humor, el día esta soleado y voy a comer el desayuno con ganas. Sé donde estoy, y que tengo que hacer y lo hago sin prisa, tomándome mi tiempo.

Del placar saco mi mascara de los domingos, me la pongo y me dispongo a salir a la calle.

Imagen: Dibujo obtenido del blog "http://tabla-redonda.blogspot.com/2010/01/raices-historicas-de-la-heraldica.html"

miércoles, 7 de abril de 2010

Cuando el tiempo se rebobina


Fue un día pesado, Un miércoles de ciudad arrebatada, de ruidos mezclados. De cansancio temprano por una madrugada despierta, qué me llevo a dormir a escondidas, cuando debería estar haciendo otras cosas.

Llegaba con la intención de descargar mi pesada roca diaria, de sacarme el collar del yugo y de sumergirme en mi burbuja. Mi madre cumplía años (no voy a decir cuántos, porque a ella no le gusta). Traía regalos y dulces, ¿Para ella o para mí? Abrí la puerta, mientras silbaba una canción. De repente su bicicleta me alerto que él estaba aquí. La música se detuvo. El tiempo giraba en torno mío más lento más rápido, pero yo estaba inmóvil. Mi padre estaba en casa.

Retome mi movimiento, y avanzaba sin querer a un tiempo pretérito, donde el todavía vivía con nosotros. Mientras dejaba mis cosas, empecé a hablar…conmigo mismo.

Yo: “¿Qué hace acá?¿Otra vez, de vuelta?”
Otro yo: “No te respetan, le decís y no hacen caso. Anda y grítales, ya nos cansamos de esto..”
Eyo: “Y…pero fijate que es obvio que se iban a ver. Tanto tiempo juntos ¿Y no se van a juntar para esta ocasión?”
Yo: “Bueno si,,,ahí tenes razón…pero me jode, mucho. Y lo peor es que se los dije”

Otro yo: “¡Por eso! Mandalos a la mierda, nos tienen cansados con sus vaivenes. Que no nos jodan”

Eyo: “Bueno…pensa que es difícil”
Otro yo: “¡Las bolas! Déjenme hablar a mí, y van a ver que es fácil es”
Súper yo: “¡Acá estoy yo!....” (Silencio de todas mis facetas)

Súper yo: “bueno…me voy, avísenme si surge algo”
Eyo: “Que tipo insoportable”

Yo: “Bueno basta, ahora dejo esto y veo lo que me sale...estoy ya un poco cansado de todo esto”

Mama/Papa: “Hola Fede…¿todo bien?

Que se yo: (acaparando un lugar que no le correspondía) “Si si si…todo bien…¡Feliz cumpleaños!
Otro yo: “Este no aprende mas…”


Es así, instintivamente me instale muy fácilmente, de manera muy dócil en el tiempo en que se me presentaba la situación. Volvíamos a ser tres en la mesa para cenar, volvían las charlas de mis viejos sobre su trabajo…Volvía yo a recorrer mi habitación como perdido, como buscando algo que nunca supe que era.

Si bien fue hace relativamente poco que se fue mi padre de casa, ya pude dirigir mi rumbo nuevamente. Después de mucho (pero MUCHO) ir y venir, de noches sin pensar, de días sin vivir, puedo decir hoy que mi vida está en pleno rumbo hacia algo. No se hacia donde, pero tiene una dirección, eso es lo que cuanta.

Y ahora, la cinta vuelve a rebobinarse dos años atrás y mi viejo me dice que me pruebe tal cosa que me trajo y que le imprima algo de la computadora. Y mi vieja me pide que traiga algo para tomar, y que luego la ayude con algunas cosas que tiene que imprimir.

No, no quiero me rehúso. Esas escenas ya están grabadas y no hay necesidad, ni paciencia para volverlas a hacer. Me bloqueo, activo mi faceta de ser despreciable, de manifestar toda mi bronca a través de la mirada, de la ausencia. Me recluyo en mis estudios y me alejo de aquella época, tratando de salir a la superficie, de no ahogarme con mis palabras o con palabras ajenas.

Mi madre aparece, con una sonrisa en la cara. Es muy raro verla así, parece que disfrutara de esta tragicomedia, en la que ella es protagonista. ¿O se sentirá pro primera vez parte del público? Me espeta que lo quiso así, que ella quería pasarlo con los dos. Entiendo la importancia de este acontecimiento, y que más de 30 años de relación no es broma. Pero sus arreglos me ponen un viento en contra en mi barco. Y yo, inexperto capitán, apenas puedo enderezar mi nave. Tengo lágrimas de madre en mi cubierta, y silencio de padre en mis bodegas. Es una carga pesada y bastante dificultosa como para además luchar contra el viento.

Estaba solo, encaprichado, inmóvil en la mesa comiendo empanadas. Escuchando las mismas conversaciones que escuchaba hace ya mucho tiempo (años, siglos…eras geológicas han pasado). Y me conozco el repertorio, y me conozco las miradas. Pero soy muy unigesticular, cuando estoy incomodo, y ellos ya conocen cuando estoy así. Decido dar un puntapié a la trama, al titiritero del destino y ensayo una improvisada charla.

Yo: “Bueno…al menos tengo de que escribir”
Padre: “¿Cómo? No entiendo…”

Madre: “ME estas amenazando? Vas a escribirlo en el blog…”

Padre: “¿tenes un blog? Mira vos..”
Yo: “Te dije que tenía hace como dos meses papa”

Madre: “Bueno después mostráselo”
Yo: “Después le mando la dirección, mami”
Madre: “¿Qué lo estas echando? Todavía se queda”

Otro yo: “Ahhh claro…bien que después te tenemos que aguantar quejándote y puteando a todos, después no vengas a llorar…”
Yo: “Bueno después se lo muestro…como sigue esta película”

Madre: “Claro, porque él dice que él ve todo como si fuera la trama de una película, como si todo estuviera guionado”

Padre: “¿Y porque no seguís la carrera de cine?
Madre: “¿Y porque no te vas a la mierda G…? Lo que está haciendo es muy lindo y le va ayudar mucho en el futuro. Aparte tiene mucha salida laboral y cobran muy bien. Si por una subdivisión de mierda me pasaron $750. No, no tiene que dejar…no PUEDE dejar.”
Eyo: “quiero estar tranquilo…”(rompe en llanto)

Madre: “Es como te decía Fede…¿O no te acordas de lo que venimos hablando estos meses?”
Yo (todos nosotros): “¿¿¿¿¿De papa????”
Padre: “que guacho… salió a mi…”
Madre: “Sos malo…” (se ríe para adentro aceptando el golpe)

Después de mi pequeño pinchazo a mi madre, me dispuse a decir buen provecho y a salir del cuadro. Como hacia hace tiempo. Hace Eras, cuando todavía éramos tres los que se sentaban a la mesa. Mi padre y mi madre siguieron hablando, pero eso forma parte ya de otra historia. Que decidí no escuchar, como ignoraba en su momento pasar por alto conversaciones que me eran intrascendentes, y luego terminaron por hacerme volcar mi barco. (¿Sera esta otra tormenta que se avecina?)

No quiero parecer pedante, ni caprichoso. Pero lo logro sin querer. Es inútil releer esto, sin decirme cuan estúpido soy y que porque no los dejo vivir en paz, que hagan sus cagadas. Puedo comprender los sentimientos que acaparan a mis padres, (cada tanto). Y sé que el pasado para ellos es una carga que la ven como insacrificable en sus vidas (¿ o no?...).

Las tormentas son hermosas, son productos de millones de energías entrelazadas en busca de un nuevo nacimiento. Y en esa búsqueda, arrasan con todo. La tormenta es una síntesis, un fin, y si ella quiere un comienzo. Algunas veces he deseado ser tormenta. Pero hoy no estoy tan Dadá.

Pero si estoy desprotegido, las gotas empiezan a mojarme la cara. Camino hacia atrás, y el tiempo se vuelve joven, o al menos no tan viejo. Y lo peor de todo…no traje paraguas.

Imagen: Familia. Bergman y su hijo Daniel filman una escena familiar. En segundo plano, su cuarta esposa, Kibi Laretai (años 60). Fuente http://www.elmundo.es/suplementos/magazin

lunes, 29 de marzo de 2010

¿Debo matar a la reina?






La madrugada del 29 de Marzo , me despierto en mi habitación. No comprendía nada, no sabía en qué lugar me encontraba y en que sitio se hallaban las infinitas partes en que me había dividido. Lentamente fui reconstruyendo lo que había pasado. Decidí cometer un acto de blasfemia. Decidí grabar las vivencias que había tenido en la esfera de lo onírico. Me incline a contar un sueño.

Ya los borrosos recuerdos, se estaban fugando para volver a su tierra. Decidí entonces grabar lo que todavía recordaba. A duras penas salió este ensayo, que ahora paso a trascribir.

Recuerdo primeramente estar en la casa de mis abuelos paternos. No sé porque, pero era esa casa aunque no era ni por lejos la imagen que , conscientemente retengo. Esta era una casa mucho más grande, con un patio frontal que se asemejaba al original. Mi padre estaba viviendo ahí. No lo vi nunca en mi sueño, pero sentía, sabia, que estaba viviendo en esa casa.

De la escena no me acuerdo mucho, se que de repente me encontraba en una escena estilo el exorcista, tratando de atrapar a una niña a la que se le había metido un ser demoniaco. Un ser que se asemejaba a un garabato con una furia rayada en la parte de la cabeza de color rojo, que eran los ojos. Lo que si me acuerdo era la voz. Aguda, metálica, chillona. Se reía, blasfemaba.


La hermana de la niña (que no sé porque estaba ahí, ya no recuerdo tanto) y yo logramos sacar al ser, y lo aplastamos contra el verde jardín de la casa de mis abuelos. Pero…no era el demonio. Era una ilusión. La niña se nos estaba riendo. Era ELLA la demonio, que se nos mofaba. No solamente era un demonio. Ella era el vacio infinito. Que nos abarco rápidamente en forma de vórtice.Todo casa, barrio, la hermana y yo desparecimos en el. Solo quedo el verde jardín. Solo quedo el pasto, para recordarme que el vacio es inexorable, e inevitable. Las palabras “The End” aparecieron. Estaba en una película, y sin querer (¿O quizás si?), había tomado el rol de espectador.

Otra escena, otro escenario, que cambio fugazmente en un vuelco de cámara. El verde pasto se trasformo en una calle vacía y oscura, De edificios abandonados. Mohos y corroídos por las ratas, estos edificios estaban muertos. Y yo en medio de este paisaje inspirador, flotaba alrededor de ellos. No era una flotación cualquiera. Era más bien..una flotación guiada. Mis piernas flotaban y me impulsaba con las manos, como si estuviera en un carrito invisible. Como si una fuerza superior jugara conmigo y corriéramos carreras de carretilla.

Pero podía volar. Saltar alto, impulsado por mis manos poderosas y dar vueltas y piruetas por los aires. Y caer al piso, donde golpeaba este con mis puños y una fuerza, un vaho celeste, se desprendía, y volvía a flotar. Rebotaba eternamente. Ascendía al cielo como un Dios, como un ser de luz, y caía como un sucio mortal, impregnado de fuego y mugre. Un odioso hereje, que resurgía en ciclos sin fin. Hermosa la sensación de flotar, de sentirse impulsado. De casi explotar en una supernova. De ser poder, poder estelar.

Otro giro de cámara. Otra historia distinta (¿o quizás…?). No me acuerdo mucho de la primera parte. Sé que quería descubrir algo. Que era LA VERDAD. No sé qué o cual era, y no la descubrí tampoco, así que no me pregunten que era. Estaba si, viajando de tren en tren, y cada tanto o una anciana o un hombre de sobretodo y gafas oscuras me decían pistas. Que tampoco recuerdo. Solo recuerdo una pregunta ¿Debo matar a la reina? Nuca sabré quien era, y porque quería matarla.

En fin, por una u otra cosa, algo me llevo a dejar la búsqueda. Me encontré siendo presa de la seducción de una afamada estrella musical (pista: Acaba de grabar un video junto a Lady gaga). No sé porque aparece ella aquí. Supongo que como toda película necesita una estrella reconocida para atraer al público.

De cualquier modo, me quería comprar unos caniches que fueran a tono “con mi personalidad”. O algo así, en sueños sonaba coherente. Créanmelo.

De pronto, en medio de toda esa atmosfera almizclada y aroma a mujer, se me proyecta la imagen de toda la gente alrededor del mundo quieta. Con los ojos tapadas por parches. Muda, inmóviles como estatuas. Las vi y de repente, como si una maquina empezara a funcionar, dieron un retobe hacia atrás, y mecánicamente todo el mundo empezó su ciclo. HAsta creo haber escuchado el sonido de un motor encendiendose.

¿Los controlaba alguien?¿Me vieron y por eso alguien jalo los hilos de los eterno títeres? No sé, pero de repente aparece el mismo tipo de antes, con su sobretodo y tapado los ojos detrás de los lentes. Parecía ciego, como los demás que no podían ver.

El me da un par de anteojos, una pastilla negra, un pedazo de papel escrito, que no alcanzo a leer ( y nunca sabré lo que contiene) y me dice al oído “anden 18”.

No sé porque, pero ya me encuentro en ese anden. El mismo hombre se me presenta, vestido de mendigo. Se lo que debo hacer. Tiro la pastilla, y sale un humo gris, que lo cubre todo. Me pongo las gafas y en ese momento mi informante se saca el abrigo, dejando ver un buzo que en letras que solo podía ver con los anteojos y dentro del humo, decía “¿Debo matar a la reina? ¿Debo matar a la reina? ¿Debo matar a la reina?” Estaba escrito repetidamente en diagonales, formando una grafica de rombos que abarcaba todo el buzo, como cicatrices.



Antes que el humo se disipe, y nervioso, el hombre se saca el buzo y bajo el mismo método, en su remera leo una definición. No recuerdo que era, y ese momento no la entendía, había quizás dos palabras subrayadas.
No pude llegar a descifrar el mensaje. Un disparo, o un petardo de este lado de la pared me trajo de vuelta.

En mi cama a las 4:25 de la mañana. A oscuras en mi habitación, con la esencia fresca de lo etereo en mi cuerpo. Sintiendo los latidos que galopaban de tantas andanzas. Estaba en mi habitación sí. Estaba en lo que algunos llaman realidad. Estaba del lado mortal del muro del universo, donde todos somos vacio indefinido.

Y ahí, después de lo evanescente, pequeñas burbujas todavía flotan alrededor mío. La percepción después de lo vivido cambia. Mi habitación es lo único que existe en el mundo. Fuera de ella hay oscuridad, reina la nada. Siento que esa caja me mantiene fuera del silencio, a pesar de que afuera todavía cantan los grillos, y el tren a Constitución comienza a pasar.

Sé que lo que viví es real. Me niego a pensarlo de otra forma. Son recuerdos, no sueños.
Decidí esta noche, a la espera de que alguien me invite de nuevo al juego mortal (¿la vida?) cometer una blasfemia, y contar algo que el ente humeante, que de noche sale de mi cuerpo y vive en otros planos dejo grabado en mi. ¿Quién será la reina? ¿Qué decían los miles de mensajes que nunca llegare a leer? ¿Qué numero saldrá mañana a la Quiniela?

Imagen: Pintura de Salvador Dali

viernes, 26 de marzo de 2010

Sonidos y una vuelta recetada


Viernes, es de madrugada ya. Como siempre, me rehúso a irme a dormir temprano a descansar un cuerpo trastocado por la vil semana de estudio y trabajo. Debi ser en otra vida un Bon vivant, vivo en fin de semana, muero el lunes, resurjo el viernes…un eterno ciclo de Ave Fenix

Das große Lächeln der Nacht ... mein Lächeln ohne Zähne

Me he dado cuenta que ya no salgo por las noches a buscar musas, a cazar palabras ocultas por las piedras. ¿Me he olvidado quizás? Quizás, o tal vez sea un cumulo de excusas que no dejan salir de mi caparazón. Por eso he decido armarme de pequeñas lagrimas y granos de arena. Palabras quizás almibaradas que trato de sacarle lo dulce. Tornarlo amargo, vivo, poderoso.

Die Wort-Regierung, und die Könige sind Despoten, schöne Despoten

Por más que mi ser estéril y perezoso se niegue, quiero volver al reinado de esas bellas y terribles palabras, que me enmarcaron en un mundo olvidado y desierto, al que supe amar. Donde ninfas ya cansadas y ojerosas se ofrecían ante mí y yo trataba de acariciarlas, de amarlas. Y se me volvían polvo cuando de ellas se desprendía un gemido de placer. Siempre cerca de la perfección, nunca tan lejos de lo inocuo.

Y estoy en un camino desierto esperando la acción oportuna para salir al encuentro del verso perfecto, de la palabra, del sonido puro. Pero soy un ladrón sin víctima, perdido entre los sonidos de bombos y tablados. Sonidos metálicos que canta un tal señor Jaime allá a los lejos.

Momo, Colombina, palabras hermosas, palabras paganas que vienen a mi, y me invitan a jugar.
Nunca vi una palabra que no sea una niña, o una mujer ardiente. Esa dicotomía, es la que me seduce a entrar a su mundo. Soy un ser dicotómico, quiero llorar con la niña, quiero amar a la mujer.

Die Wörter verwelken bis an Sonnenaufgang nicht. Wir sind wir, dass wir bis verwelken

El sonido metálico continúa. El señor Jaime ahora, me recuerda a grandes urbes de plata, gastadas por la historia. Gastadas por tanta gente que vive en ella. Un sonido de bandoneón se fusiona con una guitarra, y una suave voz nace. Es un espectáculo hermoso. No de ver, sino de oír, de jugar con ese sonido que nos abraza y quiere aprender a volar.

Derjenige der kann unterrichten, um zu fliegen? Nur die Vögel, und die Versuchungen

Elefantes, elefantes dadaístas se me sumergen de repente, ante resoplidos de músicas y ritmos olvidados, allá a los lejos. Y los veo, y los siento, y es un vórtice infinito que me atrapa. Y se derrite, y yo soy viscosidad impúdica. Y yo soy vida primera, dispuesta a salir a explotar

Ich bin schmutzig, gebe es zu. Meine Seele wird gelangweilt die Hände nicht, gereinigt zu werden

Y estoy exhausto. El señor Jaime toca una canción tranquila de despedida. Y vuelvo a mi casa,
abro la puerta. Por un instante siento deseos de volver. De volver y ser pequeño, de ser un punto. Pero no, la finalidad de cada uno es justamente volver a nacer. Como un juerguista que se cree Ave Fénix

Nota: En otras notas, hice algunas acotaciones en frances. Ahora en Aleman. Las palabras no son simbolos, son tambien sonidos. Olvidense de los simbolos y disfruten de la musicalidad.

Imagen: del blog http://www.koinovacance.org/luen/theblog/otherpics/pagliacci_la_colombina.jpg

lunes, 15 de marzo de 2010

El sueño profugo ( septimo mes)


¿A quién no se le quedo un recuerdo efímero de sueños que acaba de tener? ¿A quién esa frontera le pareció más de una vez difusa?

Me encanta soñar. Me entretengo con los sueños que puedo recordar, ya que los disfruto como un niño. De hecho allí soy un niño, que sabe que está en una tierra fantástica y caduca. Y sé que vuelo, que nado, que floto por las nubes, y que me enciendo una y mil veces en fuegos de velas de Templos. Templos de dioses paganos, hermosos y jóvenes que en mis sueños todavía tienen su reinado.

Une longue vie au Roi la Grimace

Y es una lástima no poder retener recuerdos de ese mundo colosal e infinito. Pocos segundos basta n para que la realidad me abata con su cadencia a los malos hábitos, a la vida mundana que se me presenta simple y plana. No hay pliegues no hay arrugas. No hay sueños en dobladillo.
Y sin embargo algunas cosas me quedan en mi cabeza. Montañas que luego se trasforman en casas victorianas y luego en playas. Autos que se desarman, para permitirme volar a pocos centímetros del pasto verde. Si, muy bajito, tengo vértigo.

Y sobre todos los sueños, solían ser espacio para imaginarme mujeres imposibles. Y eran imposibles porque eran hermosas, y sabia que en ningún lugar de la Tierra habitaban dichas mujeres. Créanme y sin ánimo de parecer pedante, me imaginaba a mujeres que sobrepasaban el entendimiento humano. Yo disfrutaba de sus cuerpos estigmatizados por perfumes lejanos y por vahos trasparentes, que hacían de sus ojos y su cuerpo todo, algo etéreo. Y a la vez perfecto. Veía la perfección varias noches a la semana, y la realidad me golpeaba cada mañana con un ladrillo de sol y aullidos de reloj.

La femme rêvée est à la fois la femme imposible

Y digo esto en pasado. Porque hace unos meses, quizás uno de estos sueños se me escapo de mi cabeza. Y me abrazo en mi cama. Y era real, y mis manos tocaron las suyas. Y cuando solo el despertador, me dijo que lo apagara. Mi princesa, la excepción de todas mis reglas.

Feliz Mes Osha!

viernes, 19 de febrero de 2010

Gravellard Fernandez y la lluvia pedante


El príncipe Gravellard Fernández, vivía en el ducado de la Península de Sarandí, pero su trabajo estaba en el reino cercano de la Ciudad de Buenos Aires. Así como lo escuchan, parece que a los príncipes del siglo XXI no les basta para subsistir su titulo, y tiene que salir a ganarse el pan.

Ese día era un día especial para Gravellard Fernández. Después de mucho tiempos e iba a encontrar con su amada Princesa Dasha, en Cabildo y Juramento para ir al cine a ver una película. Hacía mucho que no veía a Dasha y ya ansiaba poder ver de nuevo sus ojos y acariciar su cuello. Moría por Dasha una y mil veces y ella lo hacía revivir a cada instante con una mirada o con un beso, aunque sea imaginario.

Pero en el trabajo de Gravellard Fernández (el era dibujante de planos), lo alcanzo la fatalidad. Una gran nube negra mandada por el Dios Viracocha, haría que la ciudad se convirtiera en un lago. Así lo predijeron los astrólogos y magos en los diferentes informativos de las distintas radios.

Y como estaba anunciado Viracocha descargo toda su furia sobre la ciudad de Buenos Aires, casi a la hora de que Gravellard Fernández saliera de su trabajo. Temiendo por la salud de Dasha, le encomendó, que por favor regresara a su reino, el oscuro principado de Andreseliin.

A su vez, esta le rogo y le imploró que no fuera a buscarla a sus dominios, ya que estos eran oscuros y peligrosos y se tornaban mortales cuando las aguas descendían sobre estos.
Gravellard Fernández quedo pensativo. No podía contener la impaciencia por ver a su amada, pero sabia a lo que se enfrentaría si decidía ir al reino de Andreseliin. Medito, cerró los ojos y un fugaz centelleo en el cielo y un grito ahogado de las nubes lo decidieron. Se puso su armadura, su morral mágico y salió a la calle. De su trabajo le gritaban loco, mientras le pedían que por favor este el lunes a primera hora.

La travesía de nuestro príncipe se inicio en la esquina de Acoyte y Rivadavia, donde llego no sin dificultad. Viracocha al verlo, enfureció aun mas, y decidió castigar a ese principito mediocre que osaba desafiarlo. Descendió un manto liquido en la ciudad transformando en archipiélagos distantes las esquinas que antes estaban unidas. Un rio mortal corría por lo que antes era una populosa avenida.

Nuestro príncipe tuvo aquí su primer momento de flaqueza. Conocía de antemano que el subte de la línea A estaría parado ya que los túneles oscuros por donde transitan están ligados íntimamente con los ríos subterráneos de la ciudad y por lo tanto deberían ser para ese entonces, venas de agua y lodo, venas sumergidas de una ciudad sumergida.

Esperando en la esquina de Acoyte y Rivadavia, vio a los locos y viejos que corrían desesperados en la búsqueda de un taxi que los llevara a salvo y secos a sus destinos. Pero el vil Dios Viracocha hizo crecer personas de humo en los asientos de los taxis, y de esta forma los taxis parecían todos llenos. Y los taxistas así lo creyeron y no paraban nunca. Y no pararían nunca más.

De pronto, Gravellard, creyó ver en las formaciones de las nubes el rostro de su amada, triste y cabizbaja, lamentando no estar los dos juntos. Esto fue lo que lo decidió a emprender su travesía definitivamente.

Cruzo el nuevo Rio Acoyte con la ayuda de su morral mágico, del cual saco una burbuja de jabón gigante en la cual pudo flotar sin problemas hasta la otra orilla.

Ya en la otra punta, pudo ingresar por la cueva Sur hasta las entrañas de la ciudad de Buenos Aires, donde, milagrosamente un subte de la línea A, trataría de emprender el peligroso viaje por las vías inundadas.

Del viaje en dicho trasporte Gravellard no recuerda nada, sumido en un sueño soporífero producto del esfuerzo. Cree imaginarse lejos en algún punto del reino de Dolores (donde su abuela es emperatriz) correteando con Dasha por las lomas de Salomón, aquellas en las cuales nunca es de día ni de noche; sino que una leve bruma anaranjada lo cubre todo. Los prados allí son particulares ya que incitan al la lujuria al instante, y es por eso que Gravellard tenía pensado llevar a su amor allí.

Despertó justo cuando el subte llegaba a la estación Lima. En este punto tenía que atravesar la Gran Avenida, para hacer combinación con otra línea de subte. La C.

En este punto, creyó necesario informar a la duquesa de Sarandí, su madre, de su situación. Esta, alarmada, insto a su hijo a volver, puesto que los adivinos y metafísicos de la televisión auguraban desastres y calamidades en toda la zona. Se contaban historias sobre gigantes que se comían los postes de luz, y de serpientes marinas que llegaron por los arroyos subterráneos para devorar a las personas que osaban cruzar la calle. La duquesa rogo que su hijo volviera a casa, pero este duro como roca se negó. Su deseo de ver a su amor otra vez era más fuerte y le dijo que prefería la furia de Viracocha, a su malestar interno por no ir a los brazos de su amor.

La madre, comprendiendo a regañadientes, le pidió que extremara sus cuidados, y que le enviara mensajes de texto informándole de su situación.

Volviendo al cruce de la Gran Avenida, este se realiza por una gran vena de la línea de subtes que en esta ocasión estaba completamente inundada. Se podía ver al fondo la gran grieta en las paredes por donde caía el agua. Había cuerpos flotando en el agua, de los valientes que se atrevieron a enfrentar el paso.

Decido, pero con temor, cerró los ojos, y se imaginó en un patio gigante donde una rayuela de dimensiones infinitas se le mostraba a sus pies. Saltando casillero por casillero, hasta llegar a la piedra, dando brincos como de conejo pudo llegar a la otra punta, donde estaba la boca de la Línea C. La imaginación esta vez, le había salvado la vida.

Pero grande fue su desazón al recibir a la noticia de los súcubos que habitan el subte, de que la línea C estaba suspendida. Al parecer los esbirros de Viracocha habían doblado las vías de este subte haciéndolas un moño, lo que impedía el paso de este.

Resignado, tuvo que salir a la superficie, preocupado de que los diablos que describió su madre estén esperándolo a la salida. No tenía armas con que enfrentarlos, así que temeroso asomo la cabeza pro la caverna de salida. Grata fue su sorpresa al observar la calle ausente de dichos demonios, pero eso sí, con un mal todavía mucho mas peligroso. Las mareas humanas.

Viracocha lo había pensado todo. Sabía que no hacía falta mandar a demonios y maldiciones desmesuradas para hacer tambalear la ciudad. Sus habitantes, ante el pánico se encargarían muy bien de hacerla añicos.

Para seguir su travesía, Gravellard tenía que dirigirse hacia el Bajo, una tierra que otrora fuera parte del Rio Infinito, pero que ahora era una suerte de pantano con castillos abandonados alrededor.

Los peligros que sorteó en dicho camino, no tuvieron que ver con el Dios perverso, sino con la pobre gente estúpida, que le impedía acelerar su paso, y muchas veces se vio perdido en ríos de gente, entre olas de manos y cabezas; filas y filas de personas desesperadas en tomar algún colectivo salvador que las saque de la zona de desastre. Pero los más peligrosos eran los transeúntes (especialmente las viejas damas de compañía que pululaban por la zona) que utilizaban a flamencos rosados con sus amplias alas para cubrirse de la lluvia. El peligro radicaba en que estos animales tenían la costumbre de picotear la cara de algún desprevenido, con la consecuente laceración de la misma o la pérdida de un ojo.

Gravellard, varias veces en su camino tuvo que luchas con estos flamencos truhanes, ante el escándalo y el oprobio de sus viejas dueñas. Sin importar los insultos recibidos, y después de mucho trajín, pudo llegar a la zona del Bajo, donde pudo refugiarse en las galerías de aquellos castillos abandonados, ante un nuevo azote del Dios Viracocha. El cielo una vez más Descargaba toda su voracidad liquida, volviendo a restaurar el Bajo a los dominios del Rio Infinito.

En este punto Gravellard dudo. Sabía que en este punto había un colectivo que lo dejaba sano y salvo en sus tierras de Sarandí. Sabía que tenía que cruzar, para llegar al otro punto del viaje la gran laguna que alguna vez fue la avenida Alem. Otra vez, cerró los ojos, respiro hondo y despego un pie del suelo. No hubo magia, solo movimientos mecánicos, como si Gravellard no se encontrara ya en su cuerpo, aunque este siguiera caminando.

Una vez más nuestro personaje pudo salir airoso del peligro. Viracocha, enfurecido, injurio al pequeño príncipe, y acrecentó las toneladas de agua que caían del cielo. Pero ya no importaba nada a Gravellard. Ya no sentía el agua en su piel , ya que el mismo se había convertido en agua. Veía como las gotas que caían se unían a sus manos a su cara, a su pecho. Estaba en una atmósfera fluida, se había fusionado con la marejada que trataba de impedir su avance. De no ser por su misión, Gravellard hubiera estado así para siempre.

Volviendo en sí de semejante experiencia decidió adelantar los tiempos, y rogo a un colectivero de la línea 33 que lo dejara entrar. Este impávido al principio se negó, pero un anciano, sentado en primera fila, convenció al chofer de que permitiera el paso.
Ya dentro del colectivo, Gravellard, tuvo tiempo de ver su estado. No podía encontrar un punto de su cuerpo que estuviera seco. Toda su armadura briosa se había oxidado de buenas a primeras, y como si fuera poco el contenido de su morral mágico se había mojado, por lo cual se tornaba inservible. Salvo su espíritu, el resto estaba destrozado.

Al fin pudo llegar al siguiente punto de su travesía: Retiro; donde salen trenes a todas partes del mundo.

Aquí pensaba tomarse un trasporte hacia el reino de Andreseliin, pero al llegar y ver a la gente parada haciendo colas eternas en las bocas de boletería, comprendió que el servicio estaba parado. Las aguas habían hundido todas las vías y costaba trabajo volverlas a flote.

Gravellard, sin embargo rio de su suerte. Mojado, sucio y cansado, no pudo más que reírse de su situación. Como aquel que pierde toda esperanza, y se concentra en que el espíritu no se rompa. Y se ríe como desquiciado. Pero ya todo es añicos y la risa rebota en un vacio cónico donde el sonido se pierde en un punto.

Rio como loco, incluso llego a llorar. Dasha, lo sabia, aguardaba en la ventana de su catillo resignada su llegada, a pesar de las advertencias.

En el piso, el pequeño príncipe escucho que algunas vías estaban siendo salvadas del agua y que algunos trenes empezarían a salir. Recobrado se puso de pie y se dirigió a los andenes, donde la confusión reinaba entre las miles de caras ysombras que allí habitaban.

Nadie sabía que tren salía, ni a donde se dirigían. Varios tomaban un tren y se perdían para siempre en algún rincón del planeta. Otros aguardaban ( y aguardarán) en vagones que nunca saldrán de su sitio. No había señales, no había guardas. No había camino.

Decidió por lo tanto, tomarse una pausa para pensar que hacer. Ya su madre estaba sobre aviso que estaba en Retiro, y esta le había implorado que no haga locuras. Cerro su celular, y se dirigió a los puestos de comida rápida de la estación. Se pidió un helado. Allí pregunto a la encargada cual de todos los trenes creía ella que se dirigía a Andreseliin. Ella sospechaba que era el tren del andén 6, el más oscuro el mas lleno de muerte acuosa.

Perdido por perdido Gravellard decidió probar su suerte. No podía sentarse ya que muchas almas en pena, en su viaje al más allá, creyeron que este era el tren que los conduciría hasta el purgatorio. Y habían ocupado todos los asientos.

Grata fue la sorpresa de nuestro personaje a ver los carteles conocidos de la ruta a Andresellin. Las almas en pena también se alegraron, ya que el trayecto es el mismo, el purgatorio son dos estaciones antes que la parada de nuestro pricipe.

En medio del viaje, Gravellard llamo a la madre para informarle que estaba a punto de triunfar en su travesía. Esta le recordó que no era Quijote para estar viviendo en otro lado de la realidad y lanzarse a locas y mortíferas andanzas. Y le informo que Viracocha había cortado la luz en el reino de Sarandí. Igual la madre dejo seguir al hijo, que en este punto estaba buscando a alguien que le hiciera de Sancho Panza.

Al llegar a la estación, recordó que le había prometido a Dasha flores, y no las tenía consigo. Por lo tanto se dedico al pillaje de las flores más exóticas que pudo encontrar, tratando de pasar inadvertido de los perros guardianes y de las serpientes que merodeaban entre sus aterciopelados objetivos. Al tener un ramo que los satisfago se dirigió al castillo de Andresillin, donde habitaba su amada.

Dasha lo estaba esperando, sabía que su amor era un loco y un cabeza dura. A mano tenía una toalla y lo invito a pasar. Y luego cenaron. Y luego rieron y luego tantas cosas…

Gravellard quedo satisfecho. Había emprendido una aventura de cientos de miles de kilómetros, para tan solo ver un par de horas a su amada Dasha. Algunos dirán que eso no vale el esfuerzo. Para el solo ver los ojos de su hermosa, valió cada gota de agua, cada rasguño, cada parte húmeda de su piel.

Contento pues, regreso a su reino, esta vez con el cielo despejado, ya que Viracocha, el gran Dios, también tiene que descansar. Los prestidigitadores de los canales de noticias sin embargo, anunciaron que el tirano del cielo volvería a arremeter al otro día.

Pero Gravellard no los escucho. Tomo su armadura oxidada, su morral mojado y se dirigió a la parada del 161, sin creer en cuentos de hadas y pensando que al otro día tenía que levantarse temprano para ir a trabajar.


Nota del Autor: Se que modifique un poco los hechos ,,, pero ¿Si en realidad los hechos ocurrieron así y nadie se dio cuenta?

Ilustracion: "GoldFish in the Rain" de Thiembao

jueves, 11 de febrero de 2010

Mi padre, yo (en un divan 8mm parte II)



Es así. Los días que tengo terapia me movilizan. Anteriormente dije que mis terapias era como ir a una sala de proyección, donde mi vida es una película, y mi psicólogo una especie de edito que me sugería escenas. Y tomo esas sugerencias como algo revelador, y salgo de la sala tramando nuevas situación de forma de que encajen.

La última sesión no fue la excepción. Venia pensando, en cómo encarar la parte de la película (perdón…hecho reales) por el cual mis viejos aparentemente “están noviando”. Cosa que no me molestaría, de no ser por los múltiples vaivenes que tiene esa novela. Que todavía no me animo a divulgar. De cualquier modo exponiendo mis planteos…

Yo: (pensando que música tengo que agregar en la cortina de los títulos) En fin, licenciado, la verdad para decirlo fácil y rápido, no tengo ni la mas puta gana de que vuelvan. No quiero más quilombos como los que viví hace un año. Quiero abrirme, quiero saber donde está parado.
Licenciado R.: (mirando un punto inexistente, poniendo su mejor cara de análisis) ¿Y vos le dijiste todo esto a ellos? ¿Saben que te rompe las pelotas ese vaivén? Es decir, si te preocupa, siéntate un día y conversalo. Expone tus dudas al respecto, y sobre todo, aclara que esta desprolijidad en los sucesos, también te afecta a vos.
Yo: (viendo como el equipo de aire desparrama el ilusorio viento por la habitación). Si tendría que hablarlo con ellos. De mi madre mas o menos se su postura. Mi padre, bueno, me cuesta hablar con el. Tengo miedo. Tengo miedo que nos peleemos feo, de decir cosas que acaben con la relación con el. Si le digo lo que pienso termina mal.
Licenciado R.: (tomando su agua saborizada, acentuando el hecho de ser un profesional moderno). En definitiva acá nunca te escuche hablar de tu papa. En realidad cuando empezó todo esto, vos lo encaraste y le contaste tu verdad y mal que mal, le dijiste lo que pensabas. Ahora las palabras son otras, el tema es otro. Pero igual en cierto punto, tenes que encararlo y hablar con el. Sino indefectiblemente va a terminar por saltarle la térmica.

La sesión termina y yo me dirijo a la facultad, a estudiar para un final. En el camino me imagino esa escena, con sus variantes. Veo un padre lloroso, pidiéndome que lo perdone. Veo un giro brusco del volante, por la ira comprimida después de mucho silencio. Veo las consecuencias. Trato de ordenar el guión y de enfocarme en el estudio.

La reunión de estudio no fue lo que esperaba. Muy corta, y no llegue a ver todos los temas que tenia. En fin al menos pude entender algo y me sentí después de mucho tiempo como un chico estudioso. Mis épocas del secundario resonaban a lo lejos me veía Como era hace siete años cuando egrese y estaba lleno de esperanzas. Y de bríos. Y recuerdo a mi padre diciéndome...”Lo técnico es lo tuyo, vos tenes que jugarte por el arte, ahí sos un genio”. Siempre fui muy obstinado.

Suena el teléfono. Mi viejo. Quedamos en que me pasa a buscar. La cámara se enciende y empieza a girar la escena. Me aparto de la realidad, quiero que el protagonista tome su sitio. Quiero abstraerme de todo y quedarme detrás de escena. Ser impoluto a todo sentimiento.

Noche. Las Heras y Azcuenaga. Padre pasa unos minutos retrasado, per ocon aviso. Me da tiempo a ultimar el discurso que tengo preparado. Se que vo ya terminar improvisando, pero no por eso tengo que ser desprolijo.

Subo al auto, disparo a quemarropa

Yo: ¿qué pasa con mama? Se ven, se pelean… ¿qué onda?
El: (Mirando adelante). Jeje, sabia que en algún momento me ibas a putear por algo de esto. ¡Me estas retando como si fueras mi viejo!

Y por un momento me convierto en un hombre canoso, de barba rala, con ojos azules cansado, mirando a un niño que agarra el volante y me sonríe y después suelta una carcajada graciosa.

Yo: No te estoy cagando a pedos, simplemente quiero saber a donde va todo esto. Vos te fuiste, volvistes, te volviste a ir, volviste a aparecer. Aparte de mama, a mi también me jode, toda esta…desprolijidad. Quizás podrían planificar un poco que hacer.
El: Acá es imposible. Planificar. Uno va haciendo lo que siente, como puede y tratando de no lastimar a nadie. Yo te comprendo, pero lamentablemente…vas a tener que tener(me) paciencia.

Y soy paciente. Soy un hijo que espera que el padre le termine el barrilete, para irlo a remontar al parque. Pero el barrilete no se termina, o el padre nunca puede ir al parque. El barrilete se vuelve apenas un esqueleto de cañas mal atado.

Vuelvo al auto, a la avenida, a las luces fugaces que zig zagean alrededor nuestro. En otra ocasión mi padre hubiera insultado a esas luces. Hoy no es la ocasión. Por la radio Pasan a Caroline Loeb con su tema C'est la ouate (esta en esta pagina).

Paresseuse
Par essence elle est paresseuse
Est-ce vraiment la paresse
Ou trop de quoi ou qu'est-ce...
Apparemment elle est heureuse
C'est la plus heureuse des paresseuses

Y por un momento hay silencio. No hay pelea, apenas si hay un atisbos de recuerdos. Llegando al puente del riachuelo, deja un instante de ver la carretera, me mira como padre y me dice.

El: En definitiva lo que te quiero decir es que uno hace lo que siente y como le sale. Y es un consejo para vos. Vos podes hacer lo que sientas ganas. Ganas de escribir de dibujar. No importa si te retrasas o volves a empezar, si es lo que queres no pierdas tiempo.

De toutes les matières C'est la ouate qu'elle préfère Passive, elle est pensive En négligé de soie C'est la ouate De toutes les matières C'est la ouate qu'elle préfère Passive, elle est pensive En négligé de soie C'est la ouate.

Y soy un hijo que escucha los consejos de su padre, quizás cansado de tanto vivir, de tanto errar por el mundo y equivocarse tanto. Y mas que nada soy un hombre que lucha por salir de su celda, por ser libre, y agarrar miles de pinturas y dibujar otro mundo otra realidad…

El: En definitiva, cuando uno es joven no piensa en esto, piensa mas en otras cosas, y por eso te comprendo. Si pudiera tener 24 años con al experiencia que tengo ahora…Ojala! Pero la realidad es que uno de viejo se achancha, y empieza a ver otras cosas o de otra forma.

Y ahora soy el compañero de mi padre, ese adolescente que me mira con ganas de explroar el mundo y perderse en una isla del norte de Brasil, tal era su sueño. Y veo también mis sueños que latentes todavía, me reclaman, como un mendigo un poco de pan.

Elle déchire les pages de tous les dictionnaires
Elle n'a que quelques mots à son vocabulaire
Amour par terre et somnifères
En d'autres mots elle se laisse faire

Llegamos a casa. Me despide. Se ofrece a escucharme otra vez. Le digo Adios, yo y los otros personajes que iban dentro del auto con nosotros.

Es que cuando tengo estas conversaciones con mi viejo, nunca somos dos. Siempre somos otras gentes, u otros tiempos.

Ilustracion: Disponible en http://es.123rf.com/photo_3173852.html