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domingo, 11 de abril de 2010

El caballero y mi mascara


Sigo cometiendo blasfemias a lo incorpóreo. Estoy, cuando escribo estas líneas pensando que en realidad lo único que estoy haciendo es relatar un cuento perdido y amarillento en algún anaquel de mi memoria. Que algunas noches se le ocurre a salir a deambular como un mendigo, agarrado del brazo con mi ser etéreo.

Ya no resisto la tentación de trascribir sueños. Pero si hay alguna palabra en estos párrafos que le agraden, no me lo agradezcan a mí. Sino a ellas las palabras y los sonidos que componen estos paisajes ciclópeos y tiznados por luces vivas.

Soñé una música antigua. Una balada, que venía a mí en forma de serpiente enrollándose en una parra, silbando estrofas a mi oído. Cada palabra una imagen, cada destino una gemido y una muerte. Cruel destino de esa balada, que relataba las andanzas de un noble caballero.

Edad Media. Paisaje estilo Tierra Santa. LA balada cuenta la historia de un caballero al servicio de un señor o Rey (como siempre los detalles se me escapan…los agujeros de mi red no son tan pequeños). Se disponía a enfrentarse en batalla, para luchar a favor del os que él creía la verdad y la justicia. Noble caballero de barba larga, símbolo de sabiduría, ya con algunas canas.

Sus guerreros son tan justos como él. Valientes gallardos…jóvenes y eternos. Se enfrentan con un ejército siempre en las sombra o por lo menos se me hez borroso verlos. El noble seños se ve envuelto en una carnicería, en una vorágine de sangre y acero...perdiendo los sentidos dejándose llevar por la faena.

De dicho asalto obtiene una gran herida en su ojo, como una rasgadura en su frente. LA sangre lo tiñe y por un momento es rubí, por un momento es escarlata en un mar negro de gritos. La batalla está perdida. La nube oscura, con rastros violáceos envuelve a los eternos héroes del caballero y se los lleva a sus dominios. El señor es el único sobreviviente.

Decide volver a su campamento, con sus mínimas fuerzas. Y allí presencia un acto canibalesco. LA balada relata como en el campamento del señor, cientos de enemigos arman una gran orgia entre las mujeres que allí encontraban, matando a los demás. Más que esto, las mujeres parecían estar disfrutando de la faena, entregándose al captor, como dadiva impura, como sacrificio en gemidos y caricias. Entre ellas, la mujer del caballero. Frenética montando a uno de sus captores, mientras afuera se desarrollaba una carnicería tiñendo toda la escena y la música de la balada en rojo. Siempre rojo, con algún tono de verde.

Aturdido decide pues, hacer un último acto de grandeza e ir a defender el castillo de su señor. Su rey su amo...su destino.

Fue terrible la visión que se nos presenta al llegar al lugar. Una montaña gigantesca, amarilla como los campos de trigo, con un gran castillo en su cima. Sobre el camino que llevaba a este la serpiente conformada por millones de lanzas espadas y muerte escalaba, reptaba hacia dicha fortaleza. EL caballero vio en lo alto humo…luego fuego.

Desesperado sube para tratar de hacer algo. No sé qué metamorfosis sufre en el ascenso, pero pierde su gallardía, su nobleza. Se contagia de los vapores mohosos de su enemigo y comienza a ser ruin. Llega hasta las escalinatas del castillo para presenciar el acabose de los últimos soldados defensores faltantes. No los ayuda, hasta podría decir que empieza a tener una curiosidad macabra al ver los miembros seccionados de sus compañeros. Quiere huir, ya no quiere morir.
Cubre su cara desfigurada con una máscara que encuentra (no me pregunten donde...yo no invente esto). Al terminar la batalla se escapa del lugar, escapa de su suerte y escapa también de él mismo. Pasa a llamarse “el Caballero Cara de Hierro”.

De el se dice que vagaba por reinados, que era impávido e indolente. La balada, en voz de historiadores en este punto, menciona episodios de violencia en una determinada fecha en un determinado lugar. Las leyendas se pierden, la música acalla.

La balada prosigue en otro tiempo, en otro lugar. Se nos presenta un ambiente rural, con algunos toques de suburbio. Si me apuraran diría que es una locación del estilo de “desierto norteamericano”, donde siempre hay mucho sol, muchas moscas y autos viejos.

Si dije autos, porque aparezco ya en este siglo, con la música de la balada todavía con las últimas vibraciones del verso anterior. Se nos presenta un señor delgado de pelo corto. Usa sombrero y anteojos. Es el noble caballero, ennegrecido por el paso de siglos, pero todavía altivo, todavía con un dejo de nobleza.

Se ha vuelto a casar. Dice que es herrero. Tiene una casa con galería, para cuando hace calor por las noches poder estar ahí. Hay algo en su mirada que inquieta, algo que no se mantiene quieto, que repta, que salta…que araña.

En un momento se me presenta una escena. El noble su señora, y una pareja de amigos, cenando afuera, en la galería. Riendo, se les nota la falsedad a todos. Sobre todo al caballero, su risa es despreciable, no por el tono sino porque por la mirada que en ella proyecta. Dirigida al otro hombre, un ser gordo, hecho de grasa, vestido con una musculosa roída y olorosa, que no podía reírse sin tragar su comida.

La balada no se detiene, pero aminora su marcha, parece acallarse. Es una parte lenta donde el sonido impoluto se pierde entre las paredes oscuras del living de la casa, iluminado por los rayos que escapan de un viejo televisor encendido, que nadie ve. La música deja paso a los gemidos de mujer, de la mujer de nuestro noble, gozando de las caricias de la bola de pus que era el otro hombre. La mujer de este último también acompañaba, solitaria masturbándose en un sillón.
Golpe frenético del laúd o guitarra. Entra nuestro personaje a escena. Se hace silencio. Lo invitan a unirse, el se niega con una mirada altiva desdeñosa. Lo insultan y se burlan de él. En ese instante, nuestro noble deja caer su máscara, que ya no es de hierro, sino que es una cara de carne y hueso. Deja ver un espectro, una sombra oscura con rastros violáceos, que agarra un hacha y se dirige al living. La música retoma en un grito en un sonido metálico…y luego una lluvia de incesantes arpegios rápidos y fulgurantes, de rock, trasladándome infinitamente a una distancia ya conocida.

Al terminar la tormenta, la febril onda, nuestro Noble, despojado de toda humanidad y decencia, con su mirada reptante y venenosa, sin su máscara camina por las calles de mi antiguo barrio Villa Dominico. Se para en Cordero y El Salvador. Mira hacia Belgrano.
La balada en este punto termina, (o no la escucho mas…quizás siga eternamente). Lo siguiente que escucho antes de despertar es más o menos esto, ya sin música.

“Oh tu poderoso señor, Matasteis a los inocentes y te pusisteis una máscara, matasteis a los viles y la dejaste caer. Ya no sabes que llevas, ya no sabes tu rostro. ¡Oh señor! Todos llevamos mascaras, y tú que llevabas dos las has perdido. Ahora las andas buscado ¡Oh señor!”

Despierto. Pero me despierto de buen humor, el día esta soleado y voy a comer el desayuno con ganas. Sé donde estoy, y que tengo que hacer y lo hago sin prisa, tomándome mi tiempo.

Del placar saco mi mascara de los domingos, me la pongo y me dispongo a salir a la calle.

Imagen: Dibujo obtenido del blog "http://tabla-redonda.blogspot.com/2010/01/raices-historicas-de-la-heraldica.html"

miércoles, 7 de abril de 2010

Cuando el tiempo se rebobina


Fue un día pesado, Un miércoles de ciudad arrebatada, de ruidos mezclados. De cansancio temprano por una madrugada despierta, qué me llevo a dormir a escondidas, cuando debería estar haciendo otras cosas.

Llegaba con la intención de descargar mi pesada roca diaria, de sacarme el collar del yugo y de sumergirme en mi burbuja. Mi madre cumplía años (no voy a decir cuántos, porque a ella no le gusta). Traía regalos y dulces, ¿Para ella o para mí? Abrí la puerta, mientras silbaba una canción. De repente su bicicleta me alerto que él estaba aquí. La música se detuvo. El tiempo giraba en torno mío más lento más rápido, pero yo estaba inmóvil. Mi padre estaba en casa.

Retome mi movimiento, y avanzaba sin querer a un tiempo pretérito, donde el todavía vivía con nosotros. Mientras dejaba mis cosas, empecé a hablar…conmigo mismo.

Yo: “¿Qué hace acá?¿Otra vez, de vuelta?”
Otro yo: “No te respetan, le decís y no hacen caso. Anda y grítales, ya nos cansamos de esto..”
Eyo: “Y…pero fijate que es obvio que se iban a ver. Tanto tiempo juntos ¿Y no se van a juntar para esta ocasión?”
Yo: “Bueno si,,,ahí tenes razón…pero me jode, mucho. Y lo peor es que se los dije”

Otro yo: “¡Por eso! Mandalos a la mierda, nos tienen cansados con sus vaivenes. Que no nos jodan”

Eyo: “Bueno…pensa que es difícil”
Otro yo: “¡Las bolas! Déjenme hablar a mí, y van a ver que es fácil es”
Súper yo: “¡Acá estoy yo!....” (Silencio de todas mis facetas)

Súper yo: “bueno…me voy, avísenme si surge algo”
Eyo: “Que tipo insoportable”

Yo: “Bueno basta, ahora dejo esto y veo lo que me sale...estoy ya un poco cansado de todo esto”

Mama/Papa: “Hola Fede…¿todo bien?

Que se yo: (acaparando un lugar que no le correspondía) “Si si si…todo bien…¡Feliz cumpleaños!
Otro yo: “Este no aprende mas…”


Es así, instintivamente me instale muy fácilmente, de manera muy dócil en el tiempo en que se me presentaba la situación. Volvíamos a ser tres en la mesa para cenar, volvían las charlas de mis viejos sobre su trabajo…Volvía yo a recorrer mi habitación como perdido, como buscando algo que nunca supe que era.

Si bien fue hace relativamente poco que se fue mi padre de casa, ya pude dirigir mi rumbo nuevamente. Después de mucho (pero MUCHO) ir y venir, de noches sin pensar, de días sin vivir, puedo decir hoy que mi vida está en pleno rumbo hacia algo. No se hacia donde, pero tiene una dirección, eso es lo que cuanta.

Y ahora, la cinta vuelve a rebobinarse dos años atrás y mi viejo me dice que me pruebe tal cosa que me trajo y que le imprima algo de la computadora. Y mi vieja me pide que traiga algo para tomar, y que luego la ayude con algunas cosas que tiene que imprimir.

No, no quiero me rehúso. Esas escenas ya están grabadas y no hay necesidad, ni paciencia para volverlas a hacer. Me bloqueo, activo mi faceta de ser despreciable, de manifestar toda mi bronca a través de la mirada, de la ausencia. Me recluyo en mis estudios y me alejo de aquella época, tratando de salir a la superficie, de no ahogarme con mis palabras o con palabras ajenas.

Mi madre aparece, con una sonrisa en la cara. Es muy raro verla así, parece que disfrutara de esta tragicomedia, en la que ella es protagonista. ¿O se sentirá pro primera vez parte del público? Me espeta que lo quiso así, que ella quería pasarlo con los dos. Entiendo la importancia de este acontecimiento, y que más de 30 años de relación no es broma. Pero sus arreglos me ponen un viento en contra en mi barco. Y yo, inexperto capitán, apenas puedo enderezar mi nave. Tengo lágrimas de madre en mi cubierta, y silencio de padre en mis bodegas. Es una carga pesada y bastante dificultosa como para además luchar contra el viento.

Estaba solo, encaprichado, inmóvil en la mesa comiendo empanadas. Escuchando las mismas conversaciones que escuchaba hace ya mucho tiempo (años, siglos…eras geológicas han pasado). Y me conozco el repertorio, y me conozco las miradas. Pero soy muy unigesticular, cuando estoy incomodo, y ellos ya conocen cuando estoy así. Decido dar un puntapié a la trama, al titiritero del destino y ensayo una improvisada charla.

Yo: “Bueno…al menos tengo de que escribir”
Padre: “¿Cómo? No entiendo…”

Madre: “ME estas amenazando? Vas a escribirlo en el blog…”

Padre: “¿tenes un blog? Mira vos..”
Yo: “Te dije que tenía hace como dos meses papa”

Madre: “Bueno después mostráselo”
Yo: “Después le mando la dirección, mami”
Madre: “¿Qué lo estas echando? Todavía se queda”

Otro yo: “Ahhh claro…bien que después te tenemos que aguantar quejándote y puteando a todos, después no vengas a llorar…”
Yo: “Bueno después se lo muestro…como sigue esta película”

Madre: “Claro, porque él dice que él ve todo como si fuera la trama de una película, como si todo estuviera guionado”

Padre: “¿Y porque no seguís la carrera de cine?
Madre: “¿Y porque no te vas a la mierda G…? Lo que está haciendo es muy lindo y le va ayudar mucho en el futuro. Aparte tiene mucha salida laboral y cobran muy bien. Si por una subdivisión de mierda me pasaron $750. No, no tiene que dejar…no PUEDE dejar.”
Eyo: “quiero estar tranquilo…”(rompe en llanto)

Madre: “Es como te decía Fede…¿O no te acordas de lo que venimos hablando estos meses?”
Yo (todos nosotros): “¿¿¿¿¿De papa????”
Padre: “que guacho… salió a mi…”
Madre: “Sos malo…” (se ríe para adentro aceptando el golpe)

Después de mi pequeño pinchazo a mi madre, me dispuse a decir buen provecho y a salir del cuadro. Como hacia hace tiempo. Hace Eras, cuando todavía éramos tres los que se sentaban a la mesa. Mi padre y mi madre siguieron hablando, pero eso forma parte ya de otra historia. Que decidí no escuchar, como ignoraba en su momento pasar por alto conversaciones que me eran intrascendentes, y luego terminaron por hacerme volcar mi barco. (¿Sera esta otra tormenta que se avecina?)

No quiero parecer pedante, ni caprichoso. Pero lo logro sin querer. Es inútil releer esto, sin decirme cuan estúpido soy y que porque no los dejo vivir en paz, que hagan sus cagadas. Puedo comprender los sentimientos que acaparan a mis padres, (cada tanto). Y sé que el pasado para ellos es una carga que la ven como insacrificable en sus vidas (¿ o no?...).

Las tormentas son hermosas, son productos de millones de energías entrelazadas en busca de un nuevo nacimiento. Y en esa búsqueda, arrasan con todo. La tormenta es una síntesis, un fin, y si ella quiere un comienzo. Algunas veces he deseado ser tormenta. Pero hoy no estoy tan Dadá.

Pero si estoy desprotegido, las gotas empiezan a mojarme la cara. Camino hacia atrás, y el tiempo se vuelve joven, o al menos no tan viejo. Y lo peor de todo…no traje paraguas.

Imagen: Familia. Bergman y su hijo Daniel filman una escena familiar. En segundo plano, su cuarta esposa, Kibi Laretai (años 60). Fuente http://www.elmundo.es/suplementos/magazin