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lunes, 27 de diciembre de 2010

Ciudad de Niebla (Textos para dormir con luz III)


No chavo, te dije que no tengo ni un mísero peso. Aquí en el campo no conseguirás dinero chavo mejor que te vayas a la ciudad. Pero ven, quédate un tiempo y hazle compañía a esta vieja, quizás te pueda pagar con otra cosa. Comida, puede ser, todavía me quedan algunos acocotes, pero estaba pensando en una historia. Ándale, que no estás tan grande para una buena historia de suspenso. Si, suspenso, ocurrió hace mucho tiempo chavo, cuando todavía era una niña. En un pueblo que ya no existe, más cerca de las ruinas que este todavía, por el camino de vacas. Allí vivía, hace muchos años, y quizás…quizás…


(La vieja se duerme y el niño se le acerca, hundiéndole el dedo en una de sus mejillas. La anciana se despierta sobresaltada, lo que provoca que el chavo se asuste, y caiga en su silla. La mujer no parece inmutarse y continúa su relato como si nada).


Hace mucho años, había un pueblo llamado Nocayebe en alusión a las ruinas noh-kaahyeeb, que significa “ciudad de niebla” en idioma de nuestros antiguos. Estaba cerca de aquí, y se encontraba bien adentro de la selva, solo era posible llegar por un camino de tierra que ahora lo usan los vaqueros para el ganado. Lo cierto es que un día arribaron cuatro forasteros (dos hombres y dos mujeres), de aspecto joven y entusiastas.


(Un leve viento comienza a levantarse y las cortinas de la choza juegan con el viento dejando entrever las colinas verdes de la selva).


Llegaron, dijeron por un desperfecto con el carro, que no podían arreglar y preguntaban por un teléfono. Por supuesto allí no había ninguno, y algunos no sabían lo que era. Mi padre que era un labrador de buen corazón les dio cobijo en nuestro hogar. A decir verdad ningún poblador quería a esos extranjeros, recuerdo que sus miradas eran toscas, con miedo y desconfianza, y respondían sus preguntas con simples monosílabos. Yo, niña todavía no prestaba atención a esos detalles, me la pasaba jugando con las gallinas y trepando a los arboles, como tu chavo lo haces ahora con tus hermanos. Por cierto, mejor que me arregles la rama del Guayabo, sino te voy a dar una tunda.


(El niño asustado, por el brazo levantado de la vieja, promete arreglarlo ni bien termine la historia. Afuera El viento ha crecido, y las nubes empiezan a cubrir las colinas lejanas. Habrá tormenta).


Ya en la noche, los forasteros comieron con nosotros, en el mismo fuego, ya que el lugar era pequeño. Ellos sintieron pronto la curiosidad y empezaron a interrogar a mi padre, que no quería hablar, pero sentía cierta lastima por ellos. Recuerdo que sus rosadas caras, se enrojecían aun más con el fuego, y entre sorbos de Xalapa se dio más o menos el siguiente dialogo entre los jóvenes y mi padre.


-¿Qué les pasa a los lugareños de aquí señor? Salvo usted todos están como nerviosos por nuestra presencia.


-No es por ustedes, sino por la niebla que baja de las montañas, es de mal agüero dicen. Han llegado en muy mal momento, ya solo nombrarla se me hiela la sangre…


-¿Por qué tanto miedo señor? Pregunto una de las chavas que creo se llamaba Vanesa


- Hay niña pues por la niebla. Aquí existe la creencia que ella existe desde tiempos remotos, desde nuestros antiguos. La niebla baja de la montaña y se lleva a cualquier persona, allá arriba. Las personas desdichadas son atraídas por algo y se pierden simplemente en la selva. Nunca se los vuelve a encontrar. Aun hoy, bueno cada tanto sigue sucediendo…


-Puras patrañas- Dijo un muchacho fornido de cabello rubio, al que todos conocían como “Yoni” o algo así.


-De andeveras señor, la niebla es peligrosa, por eso me vi obligado a darles cobijo. Les pido por favor que esta noche la pasen aquí. El fuego esta tibio y allí hay un poco de Mezcal. Pero por favor, no salgan ni que afuera se esté cayendo el mundo.


-No hará falta señor, aquí nos quedaremos. Estamos cansados y la verdad pretendemos llegar a Tulum mañana- Dijo Sabrina la otra mujer del grupo.


-De cualquier modo estaría interesante salir a ver a los espíritus en la niebla ¿No crees Vanesa? Dijo el último del grupo, un muchachote colorado. Creo que era…Mani o Maní no recuerdo. Esos extranjeros con sus nombres…


-Por favor, por Diosito. No salgan. No busquen lo que no saben comprender- Dijo rogando mi padre.


Después de esa advertencia el grupo se fue dividiendo y el fuego acallando. Ya para la medianoche estábamos todos dormidos. Mi familia en un rincón de la choza y los jóvenes todos apiñados en la esquina opuesta. Yo me había quedado asustada con los dichos de mi padre. Jamás había oído de aquella niebla, y nunca la había visto. Pero mi padre no era de bromear, así que debería de ser de andeveras.


(Afuera se ven las primeras gotas de lluvia. Fina casi como una sabana. Las nubes siguen bajando y ya las montañas parecen cubiertas por un manto. Invisible. El niño come entre tanto una Guayaba, escuchando atentamente a la vieja).


Como te decía chavo, era muy de noche y la casa estaba iluminada por apenas las brasas del fuego. Sin embargo, entre la calma y media dormida, oigo la puerta que se abre despacio. Con mucho miedo miro y veo a Vanesa saliendo. ¡No sabes cuánto miedo me dio al ver que afuera estaba La Niebla! Era espesa, era blanca, como un sudario.
¿Y a que no sabes que hice luego?


(El niño que estaba prestando atención despego la mirada de la anciana, y la centra en la ventana, que muestra la lluvia que empieza a caer y a las nubes rodeando el pueblo. Pregunta si la anciana aviso al padre lo que vio).


No no, nada de eso. La seguí. SI, como oyes me levante y en enaguas y descalza Salí al monte a buscarla. No sé porque, supongo que quería seguirla por curiosidad al ver donde se dirigía. El hecho es que al poco andar entre arboles y malezas, ya no podía ver nada, pues por un lado estaba muy oscuro y apenas podía distinguir las plantas, y segundo La Niebla me había alcanzado, me envolvía. En un momento no podía ver mas allá que mis manos entonces me desespere. Estaba perdida y con frio y estaba segura de que de allí no saldría. Más aun fue cuando empecé a ver figuras moviéndose entre la niebla cerca de mí.


(Un trueno suena en la lejanía, matando el monótono sonido del relato. El niño se sobresalta y continúa escuchando)


No podía verla bien, pero rodeándome y moviéndose sigilosamente, aparecian figuras, como personas. Aparecían y desaparecían en la niebla como evitándome, y a la vez acechándome. Allí fue cuando me desespere y empecé a correr sin saber el rumbo, corría por donde me dejara el aire, y no me detenía ni porque Diosito me lo pidiera.


Corriendo llegué a una zona boscosa, iba a saltar una raíz de un árbol muerto y podrido, muy grande, cuando una mano me atrapo. Grite y grite, pero al levantar la vista me encontré con que era Vanesa, la extranjera. Me dijo que ella también se había perdido y que quería volver al pueblo, ya que ella también vio a las personas dentro de La Niebla. Quise preguntarle porque se fue en primer lugar, pero me dijo que no se acordaba que en un instante estaba durmiendo y en otro estaba corriendo por el bosque. En fin, sentí pena por ella, ya que me pareció media mensa.


(En eso una ráfaga de viento entra por la ventana y tira unas cosas de la mesa. El niño ve que la anciana murmura algo al aire, y luego retoma la narración).


Ya siendo dos, estaba un poco más tranquila y juntas tratamos de volver sobre nuestros pasos. Cosa que fue imposible, ya que el lugar parecía cambiar detrás de nosotros. Lo peor, parecía encerrarnos. En un momento, llegamos a un claro y con la poca luz que teníamos disponible, logramos ver algunas ruinas. Casas de piedra que estaban allí desde hacia muchisisismos años, quizás pertenecientes a nuestros ancestros que habitaban alli. Vanesa sugirió pasar la noche en una de ellas, ya que era imposible seguir así. En la mañana seguramente volveríamos fácilmente.
No pude dormir muy la verdad. Tenía pesadillas sobre personas que me aparecían entre humos, algunas muy viejas algunas muy jóvenes. Todas sin ojos, con sus cuencas vacías. Al último estaba Vanesa, mirándome fijamente. Antes no lo había notado, pero ahora ella se me aparecía, también sin ojos en sus cuencas. Sin tiempo a gritar, sonrió, y me dijo “Despierta, ya es de día, pasó el peligro”.


AL despertarme, ya el sol estaba bien alto, y me encontraba sola en lo que era una casa. Ahora sin techo y llena de musgo. Oí que a lo lejos, estaban llamando a alguien y creí reconocer, entre otras voces a la de mi padre. Corrí en esa dirección. Al llegar, me encontré con el grupo. Mi padre, los extranjeros y unos vecinos. Pero en un principio no me prestaron atención. Entre ellos y yo había un pequeño barranco y en el fondo de este había un cuerpo de rubios cabellos. Los muchachos reconocieron a su compañera y estallaron en llanto. Mi padre sin creer lo que veía, trato de hablarme con señas, para ver si estaba bien. Estaban cerca de la raíz muerta que había tratado de saltar la otra noche. Hasta que Vanesa me jalo la mano.

Tardaron más de dos horas en llegar hasta donde estaba yo. Al llegar me preguntaron donde había estado, y yo les dije que con la chica, en unas ruinas pasando la noche. Me miraron sin creerme, ya que el cuerpo de Vanesa parecía haber estado toda la noche en el fango del barranco.
(Ya de noche, la borrasca hace que se apaguen todas las luces de la casa. El niño, con el desenlace de la historia y lo que ocurre allí afuera esta mas que un poco inquieto).


Te diré chavo, que a partir de ahí, siempre se me presenta de vez en cuando. Los extranjeros se fueron destrozados, pero ella quedó. En estas noches, más cuando baja La Niebla suele visitarme. Esta aquí desde hace un rato. Presta atención y la veras…detrás mío.


(En la oscuridad, y con la luz de un relámpago, el niño ve a una joven sonriente, pero sin ojos saludándolo. Parece muy bonita, y simpática, pero tiene todo su vestido mugriento y lleno de sangre. EL niño grita con todas sus fuerzas, y sale de la casa, a refugiarse en los gruesos brazos de su madre. La anciana, en su sillón en lo oscuro, ve a la selva toda rodeada por esa espesa cortina)


Al parecer creo que te quedaras toda la noche. Siéntate ándale, debes estar cansada. Hace mucho tiempo que no vienes. Platiquemos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuentos para dormir con luz(Parte II)


Hombre en Gabardina (texto en 4 gritos)

1-

Hombre caminando por una calle transitada. Se lo ve trasnochado, mal vestido. Se nota por su mirada medio perdida y por su olor a cigarrillo, que no durmió bien. Pero pasa desapercibido en esa maraña de hombres mal dormidos y mal vestidos que pululan a esa hora de la mañana. Fuma su tercer cigarrillo del día, para poder calmar sus nervios, y poder pensar con claridad. Su alta estatura parece empequeñecer, ya que camina encorvado, como tratando de esconderse en el fondo de su abrigo. Solo mira adelante y apresura el paso, está llegando tarde, y su gabardina sucia y arrugada parece volar con el viento. Llega al bar, con las manos temblorosas pide café y enciende otro cigarrillo.

2-

Entra ella, y lo reconoce de inmediato. El único tan desarreglado, como para arrugar su saco sentándose encima de él. Intuye que pasó la noche despierto, y sus ojos cansados y enrojecidos lo confirman. Cuando la ve apaga el cigarrillo, no dice nada espera que ella se siente, dejandose caer, como una hoja cae al piso. En la mirada de ella se trastocan recuerdos y odios hacia ese hombre. Una sorpresa incomoda para ella, que ese hombre de su pasado, de su sepultado pasado este al lado de ella. Ni siquiera soporta la mirada tosca de esos ojos cobrizos, mirándola con burla, de esa barba desarreglada de días que no tiene intención de irse. No, esa bazofia humana no puede estar con ella ahora. Ni nunca.

3-

Siempre me considere una mala persona. No por decisión sino más bien un mandato. Debía ser ruin y a su vez repulsivo. Todavía no puedo creer que ella, aun conociéndome de toda la vida, y sabiendo lo hijo de puta que puedo ser, haya venido. Apago rápidamente mi cigarrillo, ya que ella lo detesta, aunque seguramente se descompondrá de solo verme. Tengo que admitirlo, me merezco todo lo que ella esté pensando ahora. Se lo que piensa, porque yo tengo la misma descripción de mi. Traidor, lascivo, vil, manipulador, escoria humana. Solo que yo ya me acostumbré a esa carga, y ahora que han pasado los años y puedo decirlo, me ha empezado a gustar. Se sienta enfrente mío, y puedo ver su mirada asqueada por lo que tiene delante. No es para menos teniendo en cuenta la noche agitada que tuve, y lo que me costó enterrar esos cuerpos. En fin, dejo esas imágenes para otro dulce momento, ella ya se está impacientando y quizás arrepentido de encontrarse acá.

4-

No es una decisión acertada la que toma este sujeto. Sino mas bien impulsiva, como impulsiva fue toda su vida. No piensa, no le gusta pensar, lo considera un insulto para su naturaleza. No es cortés ni simpático, pero puede mantener a la mujer cerca de él, para decirle esa breve frase que pensó la noche anterior. No es una frase reveladora, pero no pudo ocurrírsele otra mejor. Deslizando un sobre de su gabardina, lo pone en la mesa y le susurra "Encontré a tu maridito". Se levanta de la mesa y sale del bar, dejando a la mujer petrificada mirando el sobre. Si bien el hombre no es inteligente, tiene la memoria suficiente como para que la mujer haga lo que él quiera. Alcanza a escuchar algunos gritos a lo lejos. Y sonríe, no puede evitarlo. Sube la calle, no pudiendo evitar compararse con esos restos humanos que ayer desmembró. Sabe que su destino no puede diferir mucho. Y sonríe, quizás porque ha dejado toda su humanidad, lo poco que le quedaba en esas fotos. Quizás la haya enterrado también junto con los cadáveres. O mejor aún, nunca la tuvo…

lunes, 6 de diciembre de 2010

Textos con visceras (Cuentos para dormir con luz)




Una vuelta de tuerca (Cortázar sangriento)


No es tanto que ya no sepamos hacerlo...

Sí, sobre todo eso, no encontrar una buena forma de darle un remate

¿Pero acaso lo hemos buscado desde el día en que lo trajimos aquí?

Tal vez no, y sin embargo cada mañana que se despierta me mira como querer terminar todo. Estoy tentado a darle el gusto

Puro engaño, llega el momento en que uno se mira como lo que realmente es. El espejo nos devuelve la mirada de un caníbal, y ya es tarde.

Quién sabe, yo todavía no quiero hacerlo. No de esta forma. tan...sucia.

No basta con quererlo, si además no hay la prueba de lo que hicimos. Estamos impolutos. Las manchas de nuestra alma permanecen segura dentro nuestro.

Ves, de nada vale esa seguridad que tanto te caracteriza cuando te ves a ti mismo como una mierda. Cuando no tenés ni siquiera una evidencia de lo que fuiste.

Cierto, ahora cada uno exige una evidencia frente a lo que podríamos llegar a ser. Como si nuestro acto de caridad no valiera nada. ¿No entiendo? ¿Para qué lo besas? algunas veces pienso que eres más macabro que yo.

Como si besarse fuera firmar un descargo, como si mirarse con pena y ternura fuera pecado en una situación como esta. Trato al menos de hacerle creer en las esperanzas. En lo fortuito de su situación. Aparte...¿Y que si me siento atraído por su piel?

Debajo de la ropa ya no espera esa piel que te "atrae". Espera un monstruo que esta germinando. ¿No lo sientes como grita? Tus caricias nocturnas no hacen más que avivar el incendio de su insania. Eso es peor que tenerlo sin comida.

No es lo peor, pienso a veces; hay lo otro, las palabras cuando le cortábamos en finas tiras su cuerpo. Hay que admitir que a veces estamos poseídos en un frenesí visceral. Ya no tenemos retorno. ¿Recuerdas como llegamos a esto? Los dos empapados de sangre en la estancia de tu tío. Nos gustaba el ruido de los pollitos

O el silencio, que entonces valía como calma luego de un frenesí. Para que el sistema se calmara. Para que nuestras de voces se acallaran. AL fin y al cabo creo que fue aquella noche en lo de tu tío, donde toda historia cerro.

Sabíamos abrir la ventana apenas ellos se acostaron. Nos costó mucho no hacer ruido

Y esa manera de dar vuelta la almohada buscando sus bocas, grotescas fauces donde salían ruidos, como de cerdo. Eran cerdos. Ese primer vomito de sangre fue especial...

Como un lenguaje de perfumes húmedos que nos devolvió la vida. Se nos alojo en nuestra nariz, se nos clavó con un clavo oxidado. Y nunca se fue.

Gritabas y gritabas mientras yo golpeaba la cabeza de tu tía con mi martillo. Nunca te vi tan desquiciado

Caíamos en una misma enceguecida avalancha hasta que por fin todo fue quietud. Nos acurrucamos uno al lado del otro a los pies de la cama.

Yo esperaba escuchar eso que siempre me decías cada vez que había tormenta "Tranquilo, solo cierra los ojos y estarás en tu lugar feliz"

Y jugar a dormirse entre nudos de sábanas y a veces, quizás acostarse entre los cuerpos aun calientes. Hacia tanto frio...

Si habremos insultado entre caricias el despertador que nos saco de tan hermosa experiencia, y nos indicaba que ya la noche había acabado.

Pero era dulce levantarse y competir por la sierra, a ver quién era el primero en usarla.—Y el primero, empapado, dueño de la toalla seca que luego se humedecía con ese liquido rojo que tanto nos llamo la atencion, siempre.

El café y las tostadas, la lista de compras, y eso sí, siempre comíamos aparte de nuestra sala de juego. Siempre tuvimos estómagos débiles.

Todo sigue lo mismo, se diría que igual

Exactamente igual, sólo que en vez en cuando me da por un anhelo de volver el tiempo atrás—Como querer contar un sueño que después de despertarse se lo acuerda a medias. Y es hermoso porque justamente se está olvidando.

Pasar el lápiz sobre una silueta, repetir de memoria algo tan arraigado en nuestra columna. Se puede volver mal habito.

Sabiendo al mismo tiempo cómo nos gusta y que no podríamos vivir sin esa sensación, tan única. Tan vibrante...

Oh sí, pero esperando casi un encuentro con esos ojos que tanto se hacen esperar. Y el ver como se cierran al compas de tu cuchillo.

—¿Un poco más de mermelada y de café?

Gracias, no tengo apetito. Sabes que no me gusta llenar el estomago cuando tengo que jugar con nuestro invitado. Ya vuelvo
(Las oraciones en italica corresponden al texto original de Julio Cortazar)
Como un baño Tibio
Sí, creo que tienes razón. Me dejaré de jugar ya, e iré directamente al punto, ya que el olor me está empezando a afectar a mí también. Tienes razón al pensar en que no te dejaré ir con vida, y no soy de mentirte. Nunca lo hice y no voy a empezar haciéndolo justo ahora. No llores, ya que te moverás más de la cuenta y sangrarás más. Voy a matarte si, pero no significa que he dejado de quererte. ¡Mierda, si aun me enloquezco con tu boca, por más que este llena de vomito y sangre! No pidas explicaciones, en este punto son inexistentes. En realidad, no tengo un porqué. Solo un impulso, una punzada, como eléctrica recorriendo cada musculo. Para terminar en mis manos, en mis dedos. Cada vez que agarro un cuchillo me pasa eso. Algunas veces me controlo mejor que otras, pero la sensación de verte redimido en sangre era simplemente maravillosa. Eres un ser tan hermoso, un instante mas y todo seguirá su ciclo. Cierra los ojos. No llores, ya no. No hay dolor, no estás en una cama ensangrentada...Imagínate...que estas tomando un baño tibio. Déjate llevar. Esa dulce sensación que te duerme. Eso es mi querido, te dije que no dolería. Puedes quedarte un poco en la cama, mientras arreglo el desorden. Si tienes paciencia te preparare una sorpresa para cenar.
Foto: Portada del libro "Orgullo, prejuicio y zombies"