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miércoles, 19 de septiembre de 2012

En un segundo plano


Hay veces que la situación amerita un segundo plano. Otro enfoque, un lente diferente. En esas situaciones suelo escuchar todo un abanico de sugerencias para luego decir impunemente que no me servía ninguna, descartarlas como quien tira un pañuelo en el tacho.

 Atención, no es que no necesitara oír un cortejo de personas aconsejándome. Era fundamental para luego descubrir mi visión personal, e ignorarlas completamente. Esa era mi proceder favorito. No me sentía impune, sino corroído como hierro a la intemperie, acostumbrándome al oxido de mis vacilaciones. 

Actualmente sin embargo, parece que me he quedado sin segundas voces. Puede ser que me he vuelto más huraño. Probablemente desde que deje terapia, quedándome sin un espejo semanal me he volcado a buscar mi psicólogo interno. Años de terapia seguramente me han proporcionado la capacidad de autoanalizarme, de ser a la vez paciente y terapeuta. Un pequeño profesional abre las puertas de su consultorio, permitiéndome a mí dividirme para poder escuchar en un segundo plano

 - Buenas tardes Gómez* ¿Cómo le va? 
 - Bien Licenciado, pero son las 8 de la mañana
 - Bueno bueno, no me venga a apurar porque el que cree que es de tarde es en realidad usted. ¿O cree que no se que usted es en realidad yo?
 - Todos somos todos, Licenciado. O eso pretendo ser 
 - Deje de joder con aforismos. Recuéstese y dígame lo que le pasa. 
 - Pensé que ya lo sabía. 
 - Por supuesto que lo sé. Pero sería inútil, y también aburrido que lo atienda en la puerta y le dé una explicación de algo que todavía usted no me dijo. No estamos levantando Quiniela Gómez . 

Me recuesto en el sofá, que me lo imagino a veces como a un barco, otras como a una hamaca paraguaya. Los problemas son variados, pero el entorno es básicamente el mismo. De vez en cuando lo miro. Casi nunca pronuncia una palabra y rara vez puedo verle la cara. Algunas veces vi un perro con anteojos y pipa sentado atrás mío.

 -Déjese de joder, Gómez, la verdad usted tiene una imaginación mediocre. 

 Me decía mientras se rascaba una oreja con la pata. La sesión avanza y mis problemas se van presentando. Temores y angustias los acompañan como un grupo de pequeños que están por entrar al jardín de infantes. Luego me imagino, como siempre ocurre, unas montañas vírgenes, llenas de flores y aromas. 

-Gómez, que me cago de frio, vuelva al diván por favor… 

Me espeta un licenciado, ahora con la forma de un payaso de circo. Hace una pirueta, se tira un pedo con corneta y sigue luego en silencio mi relato. Generalmente la sesión dura lo que tarda un viaje en colectivo o una siesta furtiva en el trabajo. Un pensamiento con más relevancia en un preciso momento, la parada donde bajar o un gol de Deportivo Español, hace que mi terapia de segundo plano quede interrumpida. 

- Gómez, ¿Qué hace? Ya quiere terminar la sesión. Al menos podría pensar en algo un poco más divertido y estimulante como alguna mulata brasilera. 
- Licenciado, tengo poco tiempo. Ya escucho mi problema. ¿Qué opina?
 - Déjese de joder, Gómez. Sabe que no le puedo dar una solución. Que lo que le diga no le importa, y que en realidad yo soy usted. 
- ¿Como que usted soy yo? - Todos somos todos Gómez. Y el segundo plano no existe, es una mera pantomima para creerse capaz de solucionar algo. 
- ¿Entonces no me puede decir nada?
 - Puedo decirle que la sesión son 150 pesos 
- ¿Pero con qué voy a pagarle? 
- Puede imaginarse dinero…. 
- Adiós, licenciado. 

Y así concluye la sesión. El ambiente se desmorona y cambia para pasar a los más diversos parajes. O para concentrarse en un mundano trabajo a presentar. El licenciado siempre se encuentra cada vez que lo requiero, pero cada vez más sombrío y más boca sucia. Por más imaginación que sea, ya le debo varias sesiones. 

 *: A veces para mis otras personalidades, mi apellido es Gómez 

Imagen: Tragedia de Sisifo de http://blogalejandragodoyh.bligoo.com/tag/psicologiapositiva